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                     Me la venían celebrando. Pero uno 
					a veces, muchas veces, tiene la mente puesta en otras cosas 
					y oye a los demás por educación, mientras que los 
					pensamientos caminan por senderos bien distintos. Y, claro, 
					tratándose de una artista ceutí, empezaba ya a sentir que mi 
					comportamiento no era el adecuado. Y ha sido por medio de 
					internet que he tenido la posibilidad de disfrutar de La 
					Shica, con las limitaciones correspondientes, pero que no me 
					han impedido entusiasmarme con su primer disco: Trabajito de 
					Chinos.  
					 
					Elsa Rovayo es una mujer madura, con quince años de trabajo 
					en sitios donde el arte, de tanto recrearse en las mismas 
					paredes, puede acabar convirtiéndose en un motivo laboral 
					acorde con las necesidades del tablao y de la concurrencia 
					del momento. Y ella, un buen día, se dio cuenta de que ser 
					bailaora estaba muy bien; pero que ese mismo día se quitaba 
					la bata de cola y tomaba un nuevo camino. Y acertó, además, 
					cortándose el pelo y transformándose en una criatura en la 
					cual coinciden argumentos suficientes para decir: ha nacido 
					una estrella... 
					 
					La Shica baila, canta, interpreta, y se mueve, en ocasiones, 
					como si fuera una sombra chinesca. La Shica es atrevida en 
					todas las facetas con que se prodiga en el escenario. Y lo 
					es, sin duda, porque confía ciegamente en el sentido que 
					tiene del espectáculo callejero y lo transporta a los 
					escenarios como si tal cosa. Sin que haya en ella el menor 
					ápice de sobreactuación. 
					 
					Elsa Rovayo nació con arte; se le nota en cuanto abre la 
					boca. Y es también una señora divertida, alegre, que 
					contagia optimismo y rebosa sensibilidad. La mejor prueba es 
					verla junto a Miguel Poveda cuando éste canta “Dos carnes 
					paralelas”. Hermosa canción. Que en la voz de ella se 
					convierte en un tema romántico apto para todos los públicos. 
					Las lágrimas de Elsa son de verdad. Lágrimas de una artista 
					que de niña soñaba con ser Marisol.  
					 
					La Shica, metida ya de lleno en los albores de la fama, se 
					acuerda de Lola Flores. A la cual considera una gran rapera. 
					A lo mejor es que la Faraona descubrió en sus viajes a Nueva 
					York, allá por los años sesenta, el hip hop por los barrios 
					de mal vivir. Y es que la artista caballa borda este género 
					con Zíngara rapera. Con Maricarmen me entran unas ganas 
					locas de bailar por detalles. Y me emociona con Madre y me 
					agrada sobremanera la versión que hace de “La bien pagá” y 
					de “María de la O”. Mas, por encima de todo, lo que creo es 
					que está en posesión de muchas cualidades que le otorgan una 
					condición de artista con capacidad suficiente para ser 
					singular y larga en su hacer. 
					 
					Elsa Rovayo ha conseguido el éxito en el momento preciso. Ni 
					pronto ni tarde. Y, de pedírseme una opinión, no dudaría en 
					decir que lo ha obtenido cuando le tocaba. Cuando se ha 
					hartado de jugar y de soñar. Ahora, en cambio, sus 
					seguidores le irán exigiendo cada vez más. Y habrá de 
					afrontar la tarea como sólo las grandes saben hacerlo. 
					 
					La Shica es todo un espectáculo. Una bocanada de aire 
					fresco. Una artista a quien los críticos están tratando de 
					buscarle un estilo para encasillarla. La Shica es ella; toda 
					ella convertida en un alboroto cuando pisa un escenario. 
					Baila, y muy bien; canta con gusto y de manera peculiar, 
					pues conoce todos los palos; no olvidemos que ha bailado 
					durante media vida en los mejores tablaos de Madrid. La 
					Shica es una figura de Ceuta. Y ya vive su ceutismo por el 
					mundo. 
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