| 
                     
					El interior del ‘Rigel’, barco de la Armada construido en 
					diciembre del 72 en el astillero de San Fernando (Cádiz), es 
					un claro ejemplo de cómo cada eslabón de la cadena de 
					trabajo es “sumamente imprescindible”, según afirma el 
					teniente de navío, Francisco Díaz. Unas 40 personas entre 
					mandos, hidrógrafos, tripulación y auxiliares de servicios 
					se encuentran estos días amarrados en el Muelle España de la 
					Autoridad Portuaria ceutí, puesto que trabajan en la 
					actualización cartográfica de los fondos marinos en aguas de 
					jurisdicción española, ya que las últimas prospecciones para 
					tasar el Estrecho no se llevan a cabo “desde hace casi 40 
					años”, aseveró Díaz. Este responsable de la Armada acompañó 
					a EL PUEBLO por las entrañas del veterano barco, botado en 
					1973, momento desde el que ha sido dirigido por más de 17 
					comandantes y navegado casi 350.000 millas. Con sus 38,3 
					metros de eslora y 7,6 de manga, es capaz de alcanzar una 
					velocidad máxima de 10 nudos, unos 22 kilómetros por hora, y 
					posee una autonomía de 4.900 millas. Tiene su puesto de 
					guardia en la base naval de la Armada en Cádiz.  
					 
					El interior del ‘Rigel’, que toma su nombre de una estrella 
					que forma parte de la constelación de Orión, es un ir y 
					venir de tripulación dedicada a los más diversos quehaceres. 
					“Los hidrógrafos nos dedicamos a recoger los datos sobre la 
					profundidad de las sondas -fondos marinos- para crear la 
					carta náutica, que es la información necesaria para poder 
					navegar con seguridad”, expresó el hidrógrafo y cabo 1º 
					Salvador Quintán.  
					 
					Y es que fue precisamente la falta de cartas de navegación, 
					algo penado por la normativa comunitaria, la que llevó al 
					naufragio en los islotes de Santa Catalina al buque ‘Al 
					Zahra’. La carta es “un GPS que te hace conocer el terreno 
					por el que circulas, el único seguro con que se cuenta para 
					llegar a buen fin y saber por dónde navegas”, comentó Díaz. 
					El teniente agregó que esta carta náutica es un papel 
					obligatorio, cuya ausencia podría ser interpretada como 
					conducir un coche sin el correspondiente permiso de 
					circulación o el carné de conducir. 
					 
					La publicación de esta carta de navegación depende del 
					Instituto Nacional de la Marina, que procesará los datos 
					recogidos por los miembros del servicio de hidrología de 
					este navío. “El Instituto Hidrográfico de la Marina depende 
					de la Armada Española. España cubre las necesidades de 
					cartografía nacional y recibe las órdenes de las 
					Organización Hidrográfica Internacional (OHI), que es la que 
					dicta cuáles son los cometidos que tiene que cumplir España 
					en cuanto a la configuración de este tipo de cartas”, que 
					pueden ser tanto para uso de los organismos públicos como 
					para uso privado, “de venta a los navegantes aficionados y 
					profesionales”, informó Torres. Para estas prospecciones de 
					sonda, España dispone de cuatro embarcaciones: el ‘Antares’ 
					y el ‘Rigel’, que son los pequeños y de mayor edad, mientras 
					que los barcos ‘Malaespina’ y ‘Tofiño’ son de mayor eslora y 
					lozanía. Dispone, para los trabajos de barimetría, de un 
					sistema de posicionbamiento GPS diferencia, “así como un 
					sondador principal EA-600 con 210 y 33 Kilohertzios”, que 
					tienen un alcance de hasta 1.800 metros. El conjunto de 
					captura de datos se acompaña, además, de un sistema SHIME 
					para la adquisición y grabado de información 
					 
					Aún superada la treintena de edad, la robustez de las 
					máquinas del ‘Rigel’ se encuentra en su plenitud. De los 
					chequeos regulares se encarga Óscar Crespo, que lidera “a la 
					gente de máquinas y motores”. No tiene un emplazamiento 
					fijo, sino que defiende la situación alternando visitas 
					entre el puente de mando y diversos puntos de la 
					infraestrutuctura interna de la embarcación donde pueda 
					haber algún fallo mecánico. 
					 
					El puerto no mostraba la efervescencia que lo caracteriza de 
					lunes a viernes, y esa manifiesta calma se olía en el 
					interior de este veterano barco de la Armada. Gran parte de 
					la tripulación descansaba en los reducidos camarotes “bien 
					leyendo o durmiendo como si estuvieran en su casa, porque 
					este barco es un hogar”, manifestó José Ramos Torres, el 
					comandante del barco; mientras, otros esperaban el almuerzo 
					en la sala-comedor, desde donde ya se olían las gambas al 
					ajillo y filetes de ternera a los que Eduardo Pérez y María 
					Trinidad Verdugo daban el último vapor en los fogones de la 
					cocina, que se encuentra a la altura de la línea de 
					flotación del barco. Se trata de un trabajo en equipo que 
					los lleva unos cinco meses al año por aguas del Mediterráneo 
					y del Atlántico para comprobar la profundidad del litoral 
					español y de sus puertos. Una labor tan importante como 
					medir la entrada de la bocana en el puerto de Ceuta, que 
					presenta hasta 16 metros en un su zona más profunda, 
					mientras que en la cara de poniente del Muelle España, donde 
					se encuentra anclado el ‘Rigel’ no tiene más de siete. Es 
					por ello por lo que muchos barcos que llegan a las 
					instalaciones portuarias de Ceuta para repostar combustible 
					-bunkering- deben ser suministrados mediante gabarra en el 
					exterior, al ser mucho mayor el calado de éstos que la 
					profundidad de la bahía. 
   |