Estaba disfrutando de un baño
relajante, con el libro escrito por Frederick Forsyth “El
cuarto protocolo” en una mano y un buen vaso de ‘Jack
Daniels’ sin hielo en la otra mientras el agua tibia cubre
tres cuartas partes de mi cuerpo, no tan lozano como uno
quisiera, en una constante caricia.
En primer lugar quiero pedir disculpas a la Compañía de
Aguas de la ciudad por el abuso que hago del suministro en
este baño que me estoy dando y que disfruto como los ángeles
flotan en el cielo, hago caso omiso de sus anuncios. En
segundo lugar, pedir las mismas disculpas a los ciudadanos
de aquella parte del país que fue mi tierra mientras era un
trabajador, un número, más en el sistema. Disculpas para que
ellos no se queden “plasmaos” con los colmillos largos al no
poder disfrutar del agua como la disfruto yo.
Sin embargo, no creo que tenga que pedir disculpas a nadie
por un uso perfectamente legal, mientras lo pague, y desde
luego no tengo la culpa de que otros gobiernos autonómicos
pongan granos en el culo de esa gente con sus declaraciones
extemporáneas sobre trasvases que van y vienen.
Hablando de trasvase, creo que la palabra correcta es
transvase, del verbo transvasar, y que refiere el paso de un
líquido de un recipiente a otro. Este verbo está
correctamente aplicado a mi botella de ‘Jack Daniels’ que
transvasa el bourbón a un vaso de cuerpo largo y boca
pequeña con un redondo culo plano. Eso que llamamos vaso de
tubo, no se equivoquen.
Si lo que pretendemos es dar a entender que “trasvasamos” el
agua del Ebro, queremos decir que transvasamos TODO el
contenido del río Ebro, incluido los especímenes animales y
de floras que contiene el mismo, además de los sedimentos.
La grandilocuencia de la palabra “trasvase”, que insisto es
transvase, queda reducida a una mera solución de crucigrama
barato si aplicamos al pie de la letra lo que nos enseña
nuestro rico, poderoso y tremendo diccionario de la Real
Academia Española. Sabemos que la palabra ‘trans’ significa
de una parte a otra y la otra, que se pega como una lapa,
significa ‘vaso’… o sea que solo podremos emplear la palabra
transvase (trasvase para los políticos cascarrabias) cuando
escanciamos líquidos en vasos hasta agotar el recipiente
contenedor primario. Entendemos como vasos cualquier
recipiente que pueda aguantar el líquido sin derramarlo.
No puede ser el caso de los embalses a los que se pretende
“trasvasar” el agua del Ebro, por cuanto desparrama el
líquido elemento por todas partes, incluida la presa, amén
de que un porcentaje apreciable se esfuma en el cielo
transformándose en nubes. Eso hace que pìerda el nombre de
vaso. Con lo que queda desfigurada la palabra “trasvase”,
insisto: transvase.
La conducta de los representantes de los gobiernos
autonómicos es casi cómica. Mientras los mandamases
valenciano y murciano se muerden los puños de pura envidia,
el mandamás aragonés se cree el único propietario del río
Ebro, solo porque pasa por Zaragoza ante la basílica del
Pilar.
Tenemos que recordarle a ese mandamás baturro que no es el
único que mea y cuyo pestilente líquido desemboca en el Ebro
a través de las cloacas correspondientes, que reciben esas
aguas de las bajantes igualmente correspondientes. Tenemos
que recordarle que su “trasvase” personal no es patente de
corso. Tenemos que recordarle que el río Ebro no nace, ni se
hace, en Aragón. Que las aguas que recibe su Comunidad
Autónoma son aguas que soltamos todos los españoles y que
las nubes se encargan de “trasvasar” en cumbres borrascosas
desde donde descienden las aguas creando fuentes que las
“trasvasan” a través de cuencas, que no saben de fronteras,
hacía el mar.
¿Quiénes se quejarán cuando use el agua del Ebro en Los
Monegros? Yo no, me pillan muy lejos.
Estos planteamientos negativos sobre el transvase ocurren en
unos momentos en que no se puede encontrar solución a lo
explicable. Si Vds. me entienden, quisiera plantearles un
problema a ver si lo resuelven: En un restaurante están
comiendo tres amigos, al término piden la cuenta y el
camarero les dice que son 30 euros. Cada uno paga 10 euros.
Cuando acude a “trasvasar” esa cantidad al dueño del
restaurante, éste le dice que son amigos suyos y les hace
rebaja cobrándoles 25 euros. El camarero se encuentra en el
dilema de devolver 5 euros a los tres clientes; lo resuelve
quedándose con 2 euros de auto propina y devolviendo a cada
uno 1 euro. Ahora bien, si cada uno pagó 9 euros, entre los
tres suman 27 euros a los que le agregamos los 2 euros que
se quedó el camarero, lo que hacen 29 euros… ¿Dónde está 1
euro que falta?X
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