El protocolo de amistad que ayer
rubricaron con sus firmas el presidente de la Ciudad
Autónoma, Juan Vivas, y el alcalde de la ciudad malagueña de
Estepona, Antonio Barrientos, supone el primer paso en el
establecimiento de una oportuna alianza estratégica entre
ambas ciudades que, de aplicarse correctamente, debería
rendir frutos positivos para ambas localidades del litoral
mediterráneo, sobre todo porque sus características y
potencialidades más que rivales parecen perfectamente
complementarias.
La nueva mirada que más de un partido y entidad
socio-económica viene impulsando a dar hacia Marruecos desde
Ceuta como espacio con posibilidades para aprovechar en
beneficio el desarrollo de la ciudad es, obviamente,
necesaria, pero de ninguna manera esa orientación puede
hacer olvidar el vínculo intrínseco que une a Ceuta con la
península y específicamente con la Costa del Sol. Porque
ambas son también compatibles.
En el hiperdesarrollado litoral malagueño, y también en
gaditano, existen múltiples lecciones de las que Ceuta puede
extraer conclusiones positivas para copiar y otras tantas
sobre los comportamientos que conviene evitar para que el
crecimiento de la ciudad autónoma sea equilibrado,
sostenible y amable para con sus ciudadanos.
La ciudad debe ser, además, enlace entre el norte rico más
cercano y el sur, con tremendas expectativas no sólo en el
terreno turístico, sino también en el comercial y el
económico a todos los niveles. Este protocolo de amistad y
colaboración puede ser el eje sobre el que Ceuta se siga
erigiendo como la bisagra ideal entre los dos continentes,
una posición geoestratégica que aporta notables
inconvenientes en no pocos ámbitos pero a la que nuestros
gobernantes deben saber dar la vuelta con el respaldo no
sólo de la Administración General del Estado, sino también
de la Unión Europea.
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