El teléfono no cesa de sonar. De
modo que llevo toda la mañana colgado del aparato y tengo la
casa sin barrer. Llaman mis conocidos, mis familiares y
todos los que gustan de interesarse por situaciones
morbosas. Y a todos les respondo lo mismo: que no estamos
secuestrados. Que en El Pueblo de Ceuta reina la calma y que
hasta el momento los piratas navegan por aguas de Somalia.
Aunque también, justo es decirlo, en un mundo como el
sindicalismo, tan amplio y tan dado a que cualquiera pueda
abrirse camino, de vez en cuando se cuela un tío con pata de
palo, cubierta la cabeza con pañuelos de mil colores y
estrabismo al canto. Y, claro, verde y con asas. Porque
Juan Luis Aróstegui hace mucho tiempo que abordó la nave
decana y marca su rumbo como si fuera un Francis Drake
redivivo.
Aróstegui, bucanero de la política y cotorrera distinguida
del periódico en el cual se permite el lujo de escribir
cuanto le viene en ganas, siempre y cuando sea para
arremeter contra los demás medios por estar vendidos al
Gobierno de la Ciudad, todavía no se ha mirado ni su pata de
palo ni su bizquera ni tampoco se ha percatado de que es un
pechelingue acabado.
Un bucanero que bien podría ganarse la vida contando
historietas de sus múltiples travesías enarbolando bandera
negra municipal. Sí, hombre, de cuando hubo una época en la
cual enviando un simple fax, con las siglas de su partido y
el nombre del afiliado, éste tenia prioridad a la hora de
hacerse con el empleo correspondiente.
¡Qué pena que Juan Vivas, tan al tanto de todos esos
chanchullos y de muchos otros, sea incapaz de salirle al
paso a quien le dice que los jóvenes de esta tierra, por
mucho que valgan, si no llevan en la boca el carné del PP no
tendrán jamás acceso a un empleo en la Casa Grande!
¿Cómo es posible que quien se ha distinguido siempre por
hacer del filibusterismo su modo de estar en la política
local, se atreva a impartir lecciones de moral desde una
embarcación que lleva desde los tiempos de Maricastaña
manteniéndose a flote gracias a lo que todos sabemos? Eso
sólo se le ocurre a un pirata de salisipán, renco de pata de
caoba gastada por el paso del tiempo, y frustrado porque ha
perdido vigor y vigencia en los mares de la vida pública.
Con un corsario de la política, cual Aróstegui, cojo del
remo izquierdo y con la chaveta algo trastornada, uno no
entiende los motivos que habrá tenido Jenaro
García-Arreciado para fiarse de él. Porque, si bien es
verdad que el delegado del Gobierno necesita apoyos para
enfrentarse a los parlamentarios populares y a otros varios,
que son de armas tomar, no le arriendo las ganancias. Día
llegará, pues, que esa juntera momentánea le cueste al
onubense más dolores de cabeza que los que le están dando
las familias de los militares en asunto ya tan manido.
En cuanto al presidente de la Ciudad, me voy a permitir
recordarle algo que es comentario de mentideros y tertulias:
si insultas todos los días a Vivas desde las páginas de un
medio cuya mayor propaganda es presumir de antigüedad, es
seguro que el presidente de la Ciudad se desviva en
atenciones hacia ti.
A Vivas parece que le va marcha del pirata. Él, que tantas
veces se lamenta en privado de los insultos recibidos,
debería saber cómo lo visten de limpio en la nave que pilota
Aróstegui. Menos mal que los lectores de éste se pueden
contar con los dedos de una mano.
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