Estamos pasando unas horas más o
menos estresantes. Por un lado reuniendo toda la
documentación necesaria para “meter” a mi hijo pequeño en
los agustinos que, según me dicen, es más difícil que
acertar las quinielas. Bueno, ya cursé la solicitud. Veremos
donde lo “cuelo”. Por otra parte rompiéndome las meninges
para buscar una manera más grata con la que renovar el
aspecto de los «Cuadernos del Domingo», que según el editor
parece que están mustios.
Supongo que conocerán Vds., queridos e hipotéticos lectores,
a un animalito antipático del tamaño de una lenteja y al que
los perros tienen mucha animadversión sin que puedan hacer
nada por desembarazarse del molesto animalito. Estoy
escribiendo sobre la famosa garrapata y las consecuencias
que tal animalito está ocasionando entre los jugadores de
nuestra selección, vacuna va y vacuna viene, en vísperas de
su participación en los campeonatos de fútbol que se
celebrarán en Austria y Suiza.
La garrapata es un arácnido hematófago (se alimenta de
sangre) del orden de los ácaros y que se encuadran en
familias de nombres latinos como Ixodidae, Argasidae y
Nuttalliellidae (¿cómo se las apañarían aquellos sabihondos,
dedicados al reino animal, para anteponer tantas
denominaciones en latín a la repetida ‘dae’?) y que su único
fin es el de agarrarse a cualquier animal o persona, meterse
debajo de la piel y batir el récord de los Dráculas,
Dracudae. Cuando está llena a tope suele desprenderse de su
presa.
En el género humano, a lo largo de mi vida, he visto tantas
garrapatas que no han soltado su presa ni aún estando
superllenas. Este tipo de garrapatas representan el género
más miserable de cuantos pudieran existir en éste enorme y
redondo zoo que flota en el inmenso universo y que tiene por
nombre Tierra.
Es una garrapata ese animal que se agarra, como sea, a un
punto concreto de la vida y vivir hasta reventar en un ataúd
con pompas fúnebres de primera clase, en un hipócrita
reconocimiento de sus virtudes terrenales que la llevarán al
infierno de los defectos.
Suele ser, ese tipo de garrapata, totalmente incapaz de
trabajar para ganarse el sustento. Con agarrarse a cualquier
cosa ya lo tiene de por vida… y si pagamos los demás ese
mantenimiento, mejor que mejor.
Dentro de este tipo de garrapatas las hay con clases bien
diferenciadas: los que viven del cuento y los que viven de
otros cuentos. Son garrapatas parasitarias, suelen reunirse
en cafeterías y bares cuando no se pudren en los salones
semioscuros con una cartulina de cuadrículas numeradas en
espera de que unas bolas, que van saliendo de otra bola más
grande y superventilada, contengan su número. Son garrapatas
parasitarias con cuentas bancarias colmadas de billetes
ganados sin el sudor de la frente y residentes en
residencias que costea el erario público de manera
indefinida y al que chupan ininterrumpidamente hasta que
estiran la pata.
Es muy difícil, por no decir imposible, extirpar este tipo
de garrapatas. Tirar de una garrapata con fuerza puede hacer
que partes de la misma se desprendan y se queden
enganchadas. Principalmente el aparato bucal. Lo mejor que
se puede hacer es anestesiarla con una sustancia como el
éter…
Aunque sabemos que la mayoría de las picaduras de una
garrapata son inofensivas, éstas pueden propagar la
enfermedad del morbo y la codicia si no se ataja a tiempo.
Muchas de estas garrapatas suelen ser hipócritamente
agradecidas y corresponden con cariño en forma de votos con
los que seguir manteniendo su boca pegada a las ubres
mamarias del Sistema ya obsoleto. Aunque suelen ser también
totalmente crueles cuando su suministrador queda vacío por
completo y no existe nada qué obtener del mismo. Lo condenan
al ostracismo más feroz. Y saltan inmediatamente para
agarrarse a otro que siga suministrándole su alimentación
monetaria.
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