Juan Jesús Vivas y Juan
José Imbroda han anunciado que están dispuestos a seguir
formando ese tándem que se rompió hace ya bastantes meses.
De modo que se han vuelto a jurar lealtad plena a la hora de
reclamarles mejoras al Gobierno de la nación. Y han elegido
Madrid, y concretamente el edificio del Senado, para darle a
su unión un aire de interés extraordinario.
La verdad es que el primer intento de colaboración para
presionar mucho más sobre los ministerios correspondientes,
les dio poco resultado a ambos presidentes. Por no decir
ninguno. Y fue así, porque son dos personas diametralmente
opuestas en casi todo. Y por más que quisieran aunar
voluntades y se prometiesen fidelidad a raudales, acabaron
como cabía esperar: mirándose ambas con desconfianza y
bisbiseando maldades una contra otra en sus ratos libres.
Pues bien, pasado ese tiempo donde ha prevalecido el
distanciamiento entre ambas administraciones, un problema
interno de los militares ha conseguido que Vivas e Imbroda
se hayan vuelto a dar una segunda oportunidad de pedalear
juntos en defensa de los intereses de ambas ciudades. Y uno,
que a veces es refranero, aunque pueda ser tachado de
maricón o pilonero, cae en la cuenta de que segundas partes
nunca fueron buenas. Mucho más, lógicamente, si la primera
terminó en un fracaso de tomo y lomo.
Vivas es como es y le ha ido tan bien, hasta ahora, que
jamás va a cambiar su paso por más que lo intente el
vehemente Imbroda. A Vivas le aterran los enfrentamientos. Y
procura por todos los medios conseguir sus fines sin que su
prestigio sufra menoscabo. Su manera de actuar es harto
conocida por quienes han tenido y tienen la oportunidad de
frecuentarlo. Todo lo medita hasta extremos insospechados. Y
jamás toma una decisión a la ligera. Por más que lo estén
apremiando desde diferentes posiciones.
De jugar a las siete y media, tengo la completa seguridad de
que Vivas casi nunca perdería por pasarse. Cierto que pocas
veces sumaría los siete puntos y medio, pero casi siempre
estaría en una postura ganadora. Tampoco lo veo faroleando
en juego de baraja. Y, desde luego, como entrenador de
fútbol sería todo metódico y atento a que sus futbolistas no
cometieran desatinos ni imprudencias temerarias.
El presidente ceutí, en un mundo donde abundan quienes ponen
el grito en el cielo por cualquier nimiedad, ha sido capaz
de ganarse a la gente con su educada manera de comportarse;
con la puesta en escena de una sencillez que los ciudadanos
reclaman a cada paso, importándoles un bledo si es más o
menos real; y sobre todo ha entendido perfectamente que
usando los malos modos se puede obtener lo deseado, una vez;
pero se pierde muchas veces.
Me consta, pues creo conocer algo a Vivas, que la figura que
éste ha creado de sí mismo llega, en bastantes ocasiones, a
irritar a un Imbroda necesitado de expresarse y actuar de
manera muy distinta a como lo hace su compañero de bicicleta
de dos plazas. Ya que no todas las personas tienen la
capacidad de mostrarse con esa cachaza tan de Vivas, aunque
por dentro se esté dando a todos los demonios. Por
consiguiente, mucho me temo que este nuevo deseo de ambos
presidentes de continuar trabajando conjuntamente, sea flor
de un día. De lo contrario, Imbroda puede terminar
enfermando de los nervios.
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