En noviembre fue, en una de sus
mañanas templadas y deslumbrantes, por la claridad de su
cielo, cuando los Reyes de España visitaron Ceuta por
primera vez. Anunciada la buena nueva, poco tiempo antes del
día indicado, la gente se había dado a toda clase de
comentarios. Y es verdad que existía, dentro de la alegría
general reinante, la tristeza interiorizada de que tan
grande acontecimiento tuviera que producirse bajo un
Gobierno socialista. Y, peor aún, por deseo expreso de un
presidente, ZP, que era tenido por bobo de solemnidad
y que estaba dispuesto a romper España en todos los
sentidos.
En noviembre fue, con el sol cegador convertido en estrella
de mediodía, cuando don Juan Carlos y doña Sofía
eran aclamados por un pueblo que llevaba toda una vida
esperándoles. Las calles habían sido tomadas y se veía a los
ceutíes gritando a pleno pulmón: ¡Vivan los Reyes de
España!... Así, una y otra vez, hasta enronquecer. Mientras
Sus Majestades, tan huérfanos de calor patrio, en esos
momentos, notaban cómo sus ojos delataban el enternecimiento
que les causaba semejante acogida.
En noviembre fue, en horas luminosas y con dos mares
ofreciendo el azul de unas aguas incomparables, cuando
Juan Vivas era requerido por el Monarca para que,
durante el recorrido, desde el Helipuerto al Ayuntamiento,
no se separa de él. Unas imágenes que dieron la vuelta al
mundo. Y que hicieron posible que ese mundo comprobara la
grandeza de una tierra española, afincada en el continente
africano.
De aquel noviembre, histórico, sigo teniendo la impresión de
que los Reyes se fueron de aquí con la moral por todo lo
alto. Convencidos del acierto de su visita y resarcidos de
los muchos disgustos que les había deparado el año. No
exagero si digo que Ceuta fue, durante unas horas, ese oasis
tan ansiado por la corona, tras haber deambulado ésta por
páramos de ingratitudes y desencuentros a tutiplén.
De aquel noviembre, ya historia grande de Ceuta, Vivas habrá
sabido sacar conclusiones y hacerlas valederas para el bien
de una ciudad que supo estar a una altura inconmensurable.
Y, por más que sepamos que el Rey reina pero no gobierna,
siempre habrá un momento en el cual apoyarse en él para
conseguir algún logro que se resista.
De momento, y cuando la visita parecía que ya se difuminaba,
ha venido a darle forma la revista Cambio 16. La cual ha
premiado a Ceuta por el extraordinario recibimiento que los
ciudadanos les dispensaron a los Reyes, en ese mes de
noviembre tan citado. Un premio merecido a todas luces. Si
bien, y he aquí un pero lógico, ha faltado, durante el
tiempo transcurrido, la mención especial y merecida para el
presidente del Gobierno; quien supo actuar sin temor a las
más que conocidas posturas erróneas de quienes reivindican
lo que jamás ha sido de ellos ni lo será.
Los pueblos generosos, y Ceuta ha dado pruebas innumerables
y evidentes de serlo, han de contar con políticos capaces de
entender que un español ya no habla de la misérrima
oposición a quienes no piensen como él, sino de adversarios
políticos. Pues bien, ese adversario político del PP,
llamado Zapatero, debió influir en algo, digo yo, para que
ese cinco de noviembre de 2007, sea lo que es. Conviene ser
agradecido.
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