Estos días de viento, lluvia,
cambios de ambiente climático, etc. me la juega en
determinadas circunstancias. Una de ellas, la de irme a
pescar con la esperanza de relajarme aún más, no la he
podido realizar precisamente por esos cambios que se suceden
en nuestra ciudad. Sólo encuentro cobijo en lugares que me
defienden de las inclemencias, ante un buen rioja y una
buena tapa.
Mi afición a la pesca viene de tiempos ancestrales, como
caballa que soy rodeado de agua marina por todas partes. Si
antes lo hacía bajo el agua, ahora por cuestiones de edad y
de la poca práctica que me han obligado las circunstancias
de la vida, no me atrevo a espaldarme las botellas de aire y
sumergirme en el fondo marino para proseguir aquella
interrumpida aventura submarina de cazar, que no pescar, la
vida del mar a través de mi Canon. Hoy y ahora me contento
con unas cañas y sus correspondientes carretes de sedal para
pescar a ciegas, sin poder apuntar eficazmente el
teleobjetivo y usar los carretes de celuloide.
Ya se que cuando se aprende a montar en bicicleta ya sabes
montarla para el resto de tu vida, no es lo mismo que cuando
ya sabes bucear lo sea el resto de tu vida si has estado
mucho tiempo sin practicar el buceo. No significa que
desconozca el tema, pero no es para tomárselo a broma… menos
aún si tengo los tejidos tan blandos como para que al salir
me metan en la cámara hiperbárica cada vez que me sumerja en
las circunstancias personales actuales. Me dan escalofríos
pensar estas cosas.
Cambiando de tema, no me voy a pasar todo el tiempo hablando
de uno, vayamos a analizar la situación en Ceuta de los
intranquilos acerca de la supuesta reducción de tropas. Me
ha chocado bastante, la verdad, que una reducida
representación de los familiares de mandos militares
destacados en la ciudad se avengan a manifestarse sin motivo
aparente. No veo claro que cada vez que suenen rumores, que
no tambores, la gente se lo tome tan a pecho que a veces
rozan el más tremendo ridículo.
Solo los que tienen una ambición de intereses personales son
capaces de efectuar manifestaciones improcedentes dentro de
la norma establecida, de ahí a unos conatos de rebelión sólo
hay un paso y eso no es lo que se merece nuestra ciudad hoy
en día. Si bien los militares no se manifiestan por sí
mismos, la delegación de sus quejas en sus familiares
conlleva el uso y el abuso de unas condiciones que no les
pertenecen en absoluto.
Las decisiones de los mandos acerca de cualquier situación
son inapelables para los mandados y aprovechar de unos
familiares y allegados para expresar sus quejas no es de
recibo, toda vez que esos mismos familiares y allegados
abusan de una situación y una posición gracias a la
dedicación de los representantes de nuestro ejército y ello
conlleva que deben total sumisión a las órdenes que emanen
de sus superiores por parte de esos mismos representantes
del ejército, por lo que no es de atención la situación
sobre la que creen tener derecho sus familiares.
Lo que me avergüenza, en realidad, es la posición que toman
nuestras autoridades políticas locales sobre el tema. No veo
ninguna utilidad que nuestros representantes políticos se
vayan a Madrid para presentar alegaciones y llevar una
cartera con peticiones fuera de contexto. Como tampoco es de
recibo que los representantes de los peperos ceutíes en el
Congreso y en el Senado vayan diciendo que representan a
todo el pueblo de Ceuta… ni hablar del peluquín. Yo no me
considero representado por los peperos de ninguna de las
maneras. Yo no he dado mi voto a los peperos ni quiero que
hablen, protesten o critiquen en mi nombre. ¿Está claro?, y
como yo, creo que habrán muchos ceutíes que opinen igual. Ya
dedicaré una exclusiva opinión sobre este tema.
Sería muy mala cosa que las autoridades de Ceuta, en lo
político, se vean presionadas por los militares y encaminen
sus pasos fuera de toda lógica reglamentada, con el único
objeto de favorecer a unos y otros de cualquier manera. Ello
puede o no tener el nombre de rebelión camuflada, pero no es
un buen camino el emprendido por las autoridades de nuestra
ciudad.
Nosotros, los ciudadanos españoles, no queremos que el
Ejército se incomode y entre en política. Por tanto es
lógico que los políticos no se metan en procedimientos que
sólo corresponden al Ejército y sus mandos. Esas actitudes
de los peperos sobrepasan, en mucho, las directrices que
emanan de nuestra Constitución y de nuestra democracia…
contar con la élite de nuestro Ejército para sus banquetes,
actos culturales, deportivos y sociales –verdadero fondo de
esas quejas- no es de recibo. Menos aún cuando las tropas y
los propios ciudadanos son ninguneados.
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