No es la primera vez, ni será la
última, que me ocupo de este dislate (remito al lector a mi
columna del 16 de febrero: “Kosovo, Europa a tomar por
culo”,). Su imprudente independencia, proclamada
unilateralmente el 17 de febrero avalada por los Estados
Unidos y Europa además de inexplicablemente “recomendada”
por la ONU viola claramente la resolución 1244 del Consejo
de Seguridad, abriendo la Caja de Pandora de una veintena de
excluyentes nacionalismos irredentos en buena parte del
mundo, como recordaba premonitoriamente el presidente serbio
Boris Tadic ante el Consejo de Seguridad: ahí están al
acecho el Caucaso y la Transilvania moldava, por no hablar
en Europa de casos como los de Benelux, Córcega, Escocia, el
mismo Chipre o, en España, Galicia, el País Vasco y
Cataluña, Autonomías desde donde se ha seguido con
expectación y alborozo el proceso. Las palabras de
irresponsables pirómanos asegurando que “La independencia de
Kosovo es una situación única que no se repetirá nunca”, son
un gratuito brindis al sol que no convence a nadie. La
independencia de Kosovo es, en síntesis, como un “boomerang”
que puede fácilmente volverse golpeando a sus imprudentes
lanzadores. En ésta doliente África en la que vivimos (Ceuta
y Melilla no deberían olvidar nunca su geografía) se agitan
los espectros de al menos una decena de “Kosovos
durmientes”, que esperan su oportunidad para balcanizar aun
más el continente mediante una serie de secesiones en
cascada, mientras los diferentes países africanos (a
excepción de Senegal, cuyo inconsciente presidente Abdoulay
Wade ha saludado alborozado la creación del nuevo estado)
guardan en general un pudoroso silencio. Por lo demás el
peligrosísimo precedente de Kosovo alteraría una de los
principios fundadores de la Organización de la Unidad
Africana (OUA) de 1963, que contemplaba en su acta de
nacimiento la intangibilidad de las fronteras africanas
heredadas de la colonización, así como el respeto a la
soberanía de los Estados y la no ingerencia en sus asuntos
internos; la entidad sucesora en el 2001, la Unión Africana
(UA), introduce la posibilidad del derecho de ingerencia en
otro país africano en situaciones extremas “para impedir
crímenes de guerra, genocidios y crímenes contra la
humanidad”, si bien se mantiene el principio de respeto a
los trazados fronterizos. No obstante existen condiciones
objetivas para procesos “kosovares” en el norte de Costa de
Marfil, oeste de Camerún (SCNC), Nigeria, delta del Níger (MEND),
isla de Anjouan en las Comores, la República Democrática del
Congo y naturalmente Sudán, con la región de Darfur. Rabat
se agita discretamente mirando, de soslayo, a sus
autoproclamadas “Provincias del Sur”, territorios ley
internacional en mano formalmente sujetos a un proceso de
descolonización, si bien una buena parte de la comunidad
internacional prefiere mirar, “real politik” obliga, hacia
otro lado mientras el Reino de los Alauís va consumando su
anexión. Mohamed Sidati, ministro delegado de la RASD para
Europa y miembro de la dirección del “Frente Polisario”,
aprovecha la ocasión para denunciar el bloqueo del Plan de
Paz adoptado por la ONU en 1991 y en relación a Kosovo la
“hipocresía de la comunidad internacional” ante el caso del
Sáhara Occidental.
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