Está visto que, ni las pamplinas,
ni las ñoñerías, ni las cursiladas, piden pan. Recuerdo una
entrevista a Manuel Fraga, en el año 1979, cuando los
míseros leales de Alianza Popular pasábamos fatigas en la
siniestra y cochambrosa sede de Silva 23, sí, esa misma sede
perpendicular a Gran Vía que nunca conocieron los arribistas
que hoy se deslizan por las moquetas de Génova 13. Recuerdo
la entrevista a Don Manuel en la que, el periodista le
preguntaba lo que más detestaba en política y el profesor
contestó con su hablar atropellado: “la frivolidad”.
La respuesta me impactó e hice propia la idea, me la tragué
y la he regurgitado en múltiples ocasiones, en plan eructo y
reflujo de valores éticos. Y precisamente, en estos últimos
días he vuelto a dar arcadas. ¿Por qué me increpan? ¿Están
achacando, por ventura, mi falta de actividad como
escribidora a molestias gastrointestinales? Yerran. Lo que
ha sucedido es que, mi cerebro es como un frágil y delicado
ecosistema y cualquier factor externo puede alterarlo. De
hecho, las monerías y los mohines traviesos de tener el
célebre “Gobierno Rosa”, tan de “gesto”, tan de traviesa
sutileza de marketing aterciopelado y cucamente trasgresor,
tan opusinamente moderno y más cursi que los modeletes que
Felipe Varela maquina para la Leti, todo el montaje me ha
provocado una empachera de melindrosa rebeldía. Y las
lógicas arcadas. Luego, también se ha muerto mi padre en la
otra orilla del Mediterráneo, solo como un perro, pero
arrimado a las lealtades para con su hijo biológico varón,
al que se sentía obligado a proteger y amparar, pese a que,
el elemento peina ya canas. Como son los rifeños viejos, que
la sangre dan por sus varones si ellos se la piden. Como son
los ancianos, los chivani, de mi Rif amado y profundo, esos
que, en mi niñez proclamaban sesudos y talentosos lo de
“Cuando vuelvas el viernes a tu casa, después de la oración
en la mezquita, dale de bastonazos a tu mujer. Tu no sabrás
el por qué, pero ella sí”.
¿Qué si fue una muerte natural? Yo creo que no, le
encontraron un domingo de mañana en un portal extraño,
descalabrado y sin cartera, pero, como fue en Melilla y allí
las autoridades son poco sutiles no se molestaron en
investigar, estuvo un día agonizando en el hospital mientras
su amadísimo varón se encontraba de asueto y murió de un
infarto agudo. Sin darme ocasión a preguntarle por qué
sentía por mí tanta hostilidad y por qué pensaba que, el
aire que yo respiraba, se lo estaba de alguna manera
arrebatando a sus adorados hijos varones. ¿Qué como
reaccioné? Pues entrando en la Sala Segunda de la Audiencia
Provincial de Málaga a celebrar la vista de un juicio
especialmente complicado, donde todo iba de maravilla hasta
que llegaron a declarar los de la Udyco, que tienen mucho
malaje. ¿Qué por qué no suspendí el juicio? Porque soy
rifeña y he sido destetada con leche de hiena y con la
política educacional de que, el arbolito, para que crezca
derecho, tiene que tener un palo al lado. Nosotros estamos
acostumbrados a tragar y a apencar, en mi tierra, o crías
callos en el alma o te quedas en el camino. Y cuando los
sentires y los padeceres se te encallecen, entonces,
detestas aún más la blandujería y la frivolidad.
Con o sin Gobierno Rosa, España seguirá adelante, porque,
los españoles que madrugamos nos seguiremos levantando a
currar, a ganarnos el pan, a echarle un cable al de al lado
si buenamente podemos, a despotricar en la barra del bar y a
tratar de que, los criminales, no nos maten. El panadero
abrirá la panadería, el tendero la tienda, los empleados
irán al trabajo, la España que se parte el culo se lo
seguirá partiendo y por mucho que nombren a una muchacha
“Ministra de Igualdad” o no sé que polla en vinagre similar,
los feos seguirán siendo discriminados por los guapos y las
operaciones de estética para sentirnos mejor y más felices,
no las cubrirá la seguridad social, así que no habrá
igualdad entre ricos feos y pobres feos, porque los primeros
se pueden recauchutar y los segundos, joder. ¿Qué hablo en
masculino? Es que yo no distingo el binomio hombre-mujer,
sino que veo a seres humanos. A buenas personas o a
hijoputas. A listos que llegan a ingenieros y a tontos que
no pasan del graduado. ¿Igualdad?. No mientras la Ministra
de Igualdad, sin oposición ni concurso previo de méritos,
sino por dedocracia, circule en coche oficial blindado y
nosotras en autobús, ella con escoltas y nosotras acojonadas
por las leyes buenistas, bucólicas e irreales que padecemos.
Odio la frivolidad, porque es ofensiva y malvada. Una burla
cruel al pueblo que, si quiere tener el mínimo acercamiento
al concepto “soberano” se tiene que alargar a los chinos y
pillarse previo pago una botella del famoso coñac “Soberano,
es cosa de hombres”. Nosotros queremos que, la defensa de
España esté en manos de un profesional, príncipe de la
milicia, de Academia, por mucho que, el militar
multilaureado, no sea carnaza de comentarios de tertulia del
colorín, ni de lugar a dengues y grititos de admiración ¡Que
monería!.Cierto es que, la frivolidad no pide pan , quienes
lo piden son las amas de casa que ven como el Gobierno de
chiste Rosa no acaba con los intermediarios que hacen usura
con la alimentación, ni impide que, la banca privada y los
delincuentes importados hayan puesto de rodillas a los
españoles. Pero, si una hispanorrifeña puede encajar la
muerte de un padre, por lo que de buena sangre española le
ha tocado en la lotería de la Historia, todos los españoles
podremos encajar y sobrevivir a Gobiernos de Pitiminí. La
frivolité es como la Noruega que describía Ibsen, una nívea
y dulce bola de nieve cuya blancura exterior no permite ver
el interior agusanado. Una sarcástica mierda.
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