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OPINIÓN - MARTES, 22 DE ABRIL DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

La ira de un tímido
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De los tímidos nos libre Dios... O de los timoratos. Es lo que debe estar pensando Esperanza Aguirre, tras el mensaje belicoso que le ha enviado Mariano Rajoy desde Elche. Cuando invita a que liberales y conservadores se vayan del partido, si así lo desean. Y, si no, que dejen de dar la tabarra, porque él cuenta con la fuerza que le insuflan los barones.

Ese echarse para adelante del líder popular, que incluso se atreve a desafiar a El Mundo y la Cope, ha sido una auténtica declaración de guerra entre partes; en un partido que, desde su refundación en 1989, parecía tener asumido que las luchas intestinas debían mantenerse bajo la orden imperiosa del silencio. Un silencio siciliano. Y quienes transgredieran esa regla básica y primordial, sabían que estaban expuestos a sufrir, como mínimo, un ostracismo implacable.

De hecho, no ha mucho tiempo fuimos testigos de cómo se castigaba a quien, con toda legitimidad, arrastró tras sí a un grupo de militantes y se postuló como hombre providencial para airear el Partido Popular de Ceuta, en ciertos aspectos. Me estoy refiriendo a un político válido, muy válido, sin duda; a quien no le perdonaron, sin embargo, que contase interioridades del clan. Aunque, dado que es joven e inteligente, tiene tiempo para afirmar su prestigio y para desarmar las desconfianzas que suscitaba cuando reinaba el ambiente tempestuoso de unas elecciones presidenciales.

Pero vuelvo, antes de que se me vaya la olla, a cuando Alianza Popular se convirtió en Partido Popular, gracias a las muchas conversaciones mantenidas entre Manuel Fraga y Marcelino Oreja. Porque fue éste, en vista del prestigio obtenido en Europa, quien consiguió ampliar la familia de lo que él llamaba centro derecha. De manera que logró, a pesar de la resistencia que opuso Fraga, llegar a un acuerdo con la Democracia Cristiana de Javier Rupérez; mientras don Manuel era generoso con los liberales que lideraba José Antonio Segurado.

A partir de entonces, con dos jóvenes políticos trabajando sin descanso, Federico Trillo y Francisco Álvarez Cascos, y bajo la permanente supervisión de un Fraga que no se cansaba de repetir que España se arreglaba con doscientos hombres bien colocados, pero que había que tenerlos (frase, por cierto, muy orteguiana), el PP comenzó a transitar por el buen camino.

Y quizá sea ahora, en momentos donde dos derrotas seguidas de Rajoy han propiciado el cainismo fomentado por los intereses de unos medios que necesitan urgentemente hacerse notar en la Moncloa, cuando conviene recordar las palabras pronunciadas por Fernando Suárez, en el último congreso de Alianza Popular, desde la tribuna de oradores: “De mí puedo decir que no me siento estrictamente conservador, ni absolutamente liberal, ni exclusivamente democristiano...”.

Ese día, según dijo Pilar Urbano, la ovación más larga, la que hizo vibrar al auditorio, fue precisamente la que recibió FS. Ex ministro y procurador de las Cortes franquistas, que supo defender la Ley para la Reforma Política, principio y fin del régimen franquista.

En aquel PP, con dirigentes ávidos de aminorar la carga ideológica que transmitían, además de la imagen, imperaba una disciplina férrea. Rajoy y Aguirre, por su comportamiento actual, se están haciendo merecedores de padecer el castigo griego...
 

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