Da Andrés Trapiello con el estereotipo de novelista de
izquierdas: americana sobre pantalón vaquero, pelo revuelto,
gafas modernamente intelectuales, tono pausado y desenfadado
y mirada escrutadora, como si analizase constantemente la
realidad que tiene ante sí, aunque sea un periodista tras
otro en busca de una entrevista hasta la hora de la
conferencia. “La literatura nos descubre parte de nosotros
mismos que desconocíamos”, nos adelanta el novelista,
ensayista, poeta, editor y bibliófilo, quien apunta con
cierto cinismo -o eso suponemos-: “Tengo más relación con
los personajes de ‘El Quijote’ que con la inmensa mayoría de
mi familia”. Precisamente, sobre el devenir de los
personajes que pueblan las aventuras del ingenioso hidalgo
trata su última obra.
Pregunta.- ¿Su primera vez en Ceuta?
Respuesta.- Sí. Es el día más Indiana Jones de mi vida.
Nunca había montado en helicóptero y estaba expectante, pero
con un cuarto de hora hubiera sido suficiente.
P.- ¿Es su última novela un homenaje a ‘El Quijote’?
R.- Es un homenaje a la manera de ver de Cervantes la
literatura, que no era más que asomarse a la vida e intentar
hacer que sus personajes fuesen próximos para que no
muriesen. Tengo una relación más empática e intensa con los
personajes de El Quijote que con la inmensa mayoría de mi
familia. No es que yo sea un hombre desalmado, que no tenga
vida familiar, sino que la cordialidad y la sentimentalidad
de los personajes de Cervantes es tan acusada que es
imposible substraerse, porque irradian humanidad.
P.- ¿Cuál es la función de la literatura?
R.-Se trata de hacer una literatura sentimentalmente
literaria y al mismo tiempo próxima, que nos ataña. La
literatura en general tiene que emocionar, sino no sirve
para nada. La emoción es la piedra de toque de toda obra
literaria, sino nace muerta. La emoción viene
etimológicamente del verbo mover. La emoción conmueve y nos
toma de una parte y nos lleva a otra. La literatura nos coge
de una manera y nos suelta de otra. Desde que empezamos un
libro hasta que lo dejamos debe ser un viaje de iniciación.
Un libro que nos conmueve tiene la deferencia de hacernos
creer que somos mejores de lo que somos. Por eso la gente
está tan agradecida con los libros que le han cambiado la
vida. Nos descubre cosas que no vemos a primera vista, nos
hace confiar en nosotros mismos. Nos deja ver partes de
nosotros mismos que son un poco mejores de las que estamos
normalmente acostumbrados a ver. Es curioso cómo a veces se
habla de la literatura de una forma abstracta y realmente es
algo bien concreto. La literatura es un organismo vivo.
P.- Usted que es escritor y editor al mismo tiempo, ¿es
difícil conseguir publicar en España?
R.- Yo soy un editor atípico. Yo no me dedico a los nuevos
autores, aunque he publicado algunos. No entran dentro de mi
propósito. Cuando yo era novel me publicaba a mí mismo. Si
hubiera tenido que esperar a dilucidar si era fácil o
difícil editar, nunca lo hubiera hecho. Con cuatro perras
que tenía en aquel momento me edité a mí mismo. El problema
no es si es fácil o difícil publicar, el problema es
escribir siempre. Lo importante es el libro. Al final, todo
lo que vale la pena acaba encontrando el modo de darse a
conocer. Creo que es más fácil ahora que cuando yo era
joven. Hay más posibilidades: desde el Ayuntamiento, la
Diputación, el banco, la caja de ahorros, el amigo, la
editorial... La gente a veces no sólo quiere verse editado,
sino tener un éxito fulgurante. Más importante que tener un
millón de ejemplares es no perder a los cien primeros.
P.- ¿Ha afectado negativamente Internet y las nuevas
tecnologías de manera negativa al mundo del libro al igual
que ha ocurrido con el disco o le está ayudando?
R.- Creo que no. Internet está favoreciendo. Ahora se puede
llegar fácilmente a una novela, un poema o una noticia. A
los músicos les ha hecho daño, pero la música es una cultura
de masas y la literatura, al menos la que yo hago, es
minoritaria. El escritor, y no digamos el poeta, se mueve
siempre en cifras mucho más modestas que el músico.
P.- ¿Cómo está la literatura española comparada con
otras?
R.- Yo conozco poco de las literaturas extranjeras. La
española podía estar mejor, pero creo que está bien. Hay
media docena de poetas espléndidos y media docena de
novelistas y ensayistas muy buenos. ¿Qué más podemos pedir?
No son los más conocidos, pero mientras los conozca yo...
P.- ¿Quiénes son estos escritores?
R.- Eso no te lo voy a decir, porque alguno se quedaría
fuera. Además, el que no esté de acuerdo va a ser imposible
de convencer.
P.- ¿Cuál es su novela de la que está más orgulloso?
R.- Mis novelas tienen mala fama en general. Muchos piensan
que están mejor los diarios, la poesía o los ensayos. A mí
me gustan todas mis novelas y pondría menos énfasis en mis
diarios, que la gente pondera tanto. No son para tanto. Mis
diarios son como todos. De las siete novelas tengo cuatro
que son especialmente preferidas. El buque fantasma me gustó
mucho cómo quedó. Y también Al morir Don Quijote; pero es
indecoroso que yo hable bien de mis novelas.
P.- Como escritor de una serie de diarios
autobiográficos, ¿comparte la visión romántica de que el
autor debe experimentar y sufrir para saber de lo que
escribe?
R.- Hemingway debió conocer el dolor, porque se suicidó,
pero no es un escritor que me conmueva mucho. No creo que el
escritor tenga que pasar por el sufrimiento para enriquecer
su experiencia. Creo que el hombre, por el hecho de ser
hombre, pasa necesariamente por el dolor. Todo el mundo
conoce el dolor, no sólo el escritor. A poco vivo que seas,
la vida te hace daño de una u otra manera. Emily Dickinson
fue una mujer de familia acomodada que no salía de su casa,
resguardada de la sociedad en la que vivía, blindada... Eso
no fue suficiente para que no sufriera como un animal. Esa
experiencia necesariamente va a pasar a la literatura. Uno
tiene que estar atento para que no se le escape nada. El
gran escritor es aquel que incluso nos da la gran alegría de
la vida. El sufrimiento siempre deja un poso pétreo; en
cambio, la felicidad es mucho más volátil, tiene algo de
alcohólico. Recoger la alegría es más difícil que recoger el
dolor. Lo que tiene que hacer el escritor es captar las dos
cosas. Cervantes, Dickens, Tolstoi fueron capaces de hacer
ambas.
P.- Sin embargo en la poesía hay una tradición muchísimo
más grande sobre el dolor y el desamor que sobre la alegría.
R.- Se canta lo que se pierde, pero a veces bajo la
apariencia de sufrimiento hay un dulce sentir. Antonio
Machado decía: “Aguda espina dorada, quien te volviera a
sentir en el corazón clavada”.
P.- Usted que es ganador de varios premios, ¿cree en
ellos?
R.- Los premios te ayudan cuando te los dan, pero no hacen a
los libros mejores ni peores. Tu vida conoce un respeto y
una relativa comodidad gracias a los premios. Si tienes que
esperar a ver refrendada tu obra con premios, eso dice mucho
de la fragilidad del ser humano. El premio es un refrendo,
pero no va a hacer que tu libro sea mejor; y si no te lo dan
no quiere decir que sea peor.
P.- Sus ediciones de gente como Sánchez Mazas fueron
criticadas por parte de la izquierda intelectual. ¿Es un
error mezclar la política con la literatura?
R.- La política y la literatura están en principio
mezcladas. A mí no me parece más grave preparar una edición
de Sánchez Mazas que una de Alberti. Políticamente
significaban lo mismo desde un extremo diferente: uno era
fascista y el otro, estalinista. Si me dan a escoger yo no
me quedaría con ninguno de los dos, pero si me dan a elegir
literariamente, me quedo con Sánchez Mazas. Soy de
izquierdas y no tengo por qué elegir literariamente a
Alberti en contra de Sánchez Mazas. Yo ya sé que los
importantes en España son Juan Ramón Jiménez, Antonio
Machado y Miguel de Unamuno. Cuando yo edité a Sánchez Mazas
lo hice para poner el acento en escritores que me parecían
injustamente valorados por razones políticas. Seguramente
eran más valiosos que otros escritores que les habían
enaltecido sus ideas políticas. Me parecía que las varas de
medir no eran las mismas. Es verdad que esas críticas en un
momento eran demasiado arriesgadas, porque España era hace
veinte o veinticinco años enormemente intransigente y
bastante fundamentalista de izquierdas en lo político. Hoy
en día todo el mundo sabe que Edgar Neville o Cernuda son
escritores fabulosos y que Sánchez Mazas tiene dos libros
extraordinarios. La gente está ya más desprejuiciada.
|