El jueves pasado coincidí en el
Hotel Parador La Muralla con José Antonio Rodríguez,
consejero de Gobernación. Esperaba él la llegada de varios
comensales que iban a rendirle, así lo entendí, un homenaje
a Luis Manso: ese coronel a quien desde hace muchos
años le tengo ley. Tal vez, debido a una mezcla de egoísmo y
vanidad, porque jamás me escatimó elogios. Sobre todo en
momentos donde me eran muy necesarios.
Conversábamos Rodríguez y yo acerca de la reducción de
tropas y de otros asuntos candentes de la ciudad, cuando
apareció Fernando Carbonell; quien fuera segundo jefe
de la Comandancia General de Ceuta. Tras la presentación
pude pegar la hebra con el general. Ya que nunca antes había
tenido la oportunidad de hacerlo. Y debo decir que no hizo
sino confirmarme todo lo que de él me habían contado. Por lo
tanto, no me extraña que haya dejado huella en esta tierra.
A la tertulia improvisada, bien pronto se sumó Fernando
Jover Cao de Benos y de Les. Semejante apellido, obliga
a mucho. ¿Verdad, Fernando?... A propósito, a ver el día que
alguien decide encabezar la petición de un homenaje para el
director del Centro Asociado de la UNED en Ceuta. Jover me
pone al tanto de que el coronel Manso va a ser premiado con
el escudo de oro de la Universidad a Distancia. La máxima
distinción de Ésta.
Durante unos minutos se sucedieron las bromas y surgieron
las anécdotas. Tiempo suficiente para que el grupo se viera
incrementado. El grupo estaba atendido por Pedro
Fernández Olmedo, director del establecimiento. Quien
está empeñado en conseguir que El Muralla vuelva a
reverdecer sus lauros. Pedro, según me han dicho, es persona
sencilla, constante, eficaz, y que no necesita de levantar
la voz para hacerse notar.
A punto ya de marcharme, puesto que no acepté la invitación
para quedarme, hizo su entrada Luis Manso. Mi estimado
coronel. A quien cuesta lo indecible, al menos para mí,
darle ese abrazo que él siempre ofrece. Debido a que este
militar es también enorme de cuerpo. Se le veía radiante. Y
contagiaba optimismo.
Lamento mucho, de verdad, no poder nominar aquí a las otras
personas que estaban en esa reunión donde se hablaba de todo
y se estrechaban lazos de amistad. Porque no me fueron
presentadas; quizá porque se tenía la certeza de que yo
conocía sus nombres. Y no era así. De modo que lamento no
poder hablar de ellas. Sin embargo, y aunque se me tache
esta semana de repicar sobre la misma persona con monotonía
de cigarra canicular, tengo que destacar la labor de José
Antonio Rodríguez.
El consejero de Gobernación asumió ese papel representativo
que tan bien cumple en tales actos. Moderado en sus
intervenciones, conciso en su hablar y atento a cuanto
acontecía, supo mostrarse afable, educado, etcétera, y trató
por todos los medios que la fiesta no decayera en ningún
momento.
Gracias a él, y a sus conocimientos adquiridos en el
deambular por la calle, la antesala de la comida, homenaje
al coronel Manso, se mantuvo en un estado de creciente
interés. En cuanto a mí, ese rato de charla, al cual accedí
por casualidad, me sirvió para cerciorarme de que Fernando
Carbonell, general que fuera segundo jefe de la Comandancia
General de Ceuta, es tal y como me lo habían descrito.
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