Me reincorporo, queridos lectores,
este fin de semana en el que coinciden, además de las
tradicionales días de descanso (Viernes, Sábado y Domingo)
para las tres religiones descendientes del común padre
Abraham, la Pascua judía (Pésaj), de la que luego derivaron
con sus particularidades la Pascua cristiana (de carácter
más esotérico) y la musulmana, más fiel al ritual de la
degollación del cordero con el que, simbólicamente hace unos
veinte mil años, aquél lejano patriarca semita originario de
Ur de Caldea sustituyó el sacrificio humano, a mayor gloria
de Dios, por el de un lanudo animal (remito al interesado
lector al pasaje bíblico de Génesis 22). Pero para el
judaísmo “Pésaj” simboliza algo más, la libertad.
La festividad de “Pésaj” (la primera de las fiestas de las
peregrinaciones, junto a “Shavuot” y “Sucot” según la Torá:
“Tres veces al año celebrarás fiestas en Mí honor”), ligada
a la naturaleza, cae en el mes de Nisán, el séptimo mes del
año judío que hace honor con su nombre (flor, capullo) a la
exuberante irrupción de la primavera, preñada de colores,
olores y vida, simbolizando además el paso de la esclavitud
a la libertad y el nacimiento histórico como Nación. Desde
hace milenios, este castigado pueblo repite en la noche de
“Pésaj” la consabida frase: “Esclavos fuimos del Faraón en
Egipto”, que es algo más que una mera expresión alegórica
como los sabios y rabinos han enseñado, puesto que “Cada
hombre debe de considerarse como si él mismo hubiera salido
de Egipto”, encontrándose según el judaísmo bíblico con
Yahveh/Dios: “Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te ha sacado del
país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti
otros dioses delante de mí”, podemos leer en la Biblia
(Éxodo, 20). Por lo demás, en la simbología anexa a “Pésaj”
ocupa un lugar preferente la ingestión de la “matzá”,
galleta sin levadura o “pan de la pobreza” como popularmente
se llama en recuerdo y honor a la tradición que acompaña la
noche de “Séder”, que es celebrada con alborozo en
recogimiento familiar dando lectura colectiva a la “Hagadá”
(literalmente narraciones) Esta noche es precedida de la
práctica del “Ayuno de los Primogénitos”, en recuerdo del
presunto milagro realizado con los hijos mayores de los
hebreos de Egipto.
Para Sigmund Freud en su obra póstuma “Moisés y la religión
monoteísta”, escrita cuando el creador del Psicoanálisis
había sobrepasado los ochenta años, el patriarca del
nacionalismo judío y padre de las míticas “Tablas de la Ley”
no fue precisamente quien la tradición afirma. Según las
tesis freudianas resumidas por Nasim Yampey, “Moisés fue un
Egipto que adquirió una creencia monoteísta convirtiendo a
ella a los judíos, siendo asesinado posteriormente en un
tumulto trayendo un duradero sentimiento inconsciente de
culpa en el pueblo judío”. Para historiadores egipcios como
Ahmed Osman, Moisés fue nada menos que la misma persona que
el faraón Akhenatón (fundador del culto a Atón en la corte
de Tell-El-Amarna), introductor del monoteísmo en el país
del Nilo y eliminado posteriormente, según demuestra en su
obra “Moisés, faraón de Egipto” (1.990). El debate ahí
queda. En todo caso, está fuera de duda que Moisés no pudo
ser el autor del bíblico libro de Éxodo, en el que confluyen
varias fuentes diferentes.
|