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OPINIÓN - SÁBADO, 19 DE ABRIL DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

De Pésaj a Shabát
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Me reincorporo, queridos lectores, este fin de semana en el que coinciden, además de las tradicionales días de descanso (Viernes, Sábado y Domingo) para las tres religiones descendientes del común padre Abraham, la Pascua judía (Pésaj), de la que luego derivaron con sus particularidades la Pascua cristiana (de carácter más esotérico) y la musulmana, más fiel al ritual de la degollación del cordero con el que, simbólicamente hace unos veinte mil años, aquél lejano patriarca semita originario de Ur de Caldea sustituyó el sacrificio humano, a mayor gloria de Dios, por el de un lanudo animal (remito al interesado lector al pasaje bíblico de Génesis 22). Pero para el judaísmo “Pésaj” simboliza algo más, la libertad.

La festividad de “Pésaj” (la primera de las fiestas de las peregrinaciones, junto a “Shavuot” y “Sucot” según la Torá: “Tres veces al año celebrarás fiestas en Mí honor”), ligada a la naturaleza, cae en el mes de Nisán, el séptimo mes del año judío que hace honor con su nombre (flor, capullo) a la exuberante irrupción de la primavera, preñada de colores, olores y vida, simbolizando además el paso de la esclavitud a la libertad y el nacimiento histórico como Nación. Desde hace milenios, este castigado pueblo repite en la noche de “Pésaj” la consabida frase: “Esclavos fuimos del Faraón en Egipto”, que es algo más que una mera expresión alegórica como los sabios y rabinos han enseñado, puesto que “Cada hombre debe de considerarse como si él mismo hubiera salido de Egipto”, encontrándose según el judaísmo bíblico con Yahveh/Dios: “Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí”, podemos leer en la Biblia (Éxodo, 20). Por lo demás, en la simbología anexa a “Pésaj” ocupa un lugar preferente la ingestión de la “matzá”, galleta sin levadura o “pan de la pobreza” como popularmente se llama en recuerdo y honor a la tradición que acompaña la noche de “Séder”, que es celebrada con alborozo en recogimiento familiar dando lectura colectiva a la “Hagadá” (literalmente narraciones) Esta noche es precedida de la práctica del “Ayuno de los Primogénitos”, en recuerdo del presunto milagro realizado con los hijos mayores de los hebreos de Egipto.

Para Sigmund Freud en su obra póstuma “Moisés y la religión monoteísta”, escrita cuando el creador del Psicoanálisis había sobrepasado los ochenta años, el patriarca del nacionalismo judío y padre de las míticas “Tablas de la Ley” no fue precisamente quien la tradición afirma. Según las tesis freudianas resumidas por Nasim Yampey, “Moisés fue un Egipto que adquirió una creencia monoteísta convirtiendo a ella a los judíos, siendo asesinado posteriormente en un tumulto trayendo un duradero sentimiento inconsciente de culpa en el pueblo judío”. Para historiadores egipcios como Ahmed Osman, Moisés fue nada menos que la misma persona que el faraón Akhenatón (fundador del culto a Atón en la corte de Tell-El-Amarna), introductor del monoteísmo en el país del Nilo y eliminado posteriormente, según demuestra en su obra “Moisés, faraón de Egipto” (1.990). El debate ahí queda. En todo caso, está fuera de duda que Moisés no pudo ser el autor del bíblico libro de Éxodo, en el que confluyen varias fuentes diferentes.
 

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