Era algo que se podía esperar. Las mujeres de los militares
han pasado de un estado embrionario donde todo era
temperamento, a unificarse en una plataforma estructurada,
que empieza a ramificar brazos de actuación y donde cada
cual va a asumir un papel.
Estas personas están siguiendo los consejos de la Ciudad
Autonóma. Son ya dos las reuniones que han mantenido estas
mujeres con el presidente de la Ciudad. Ninguna de ellas ha
querido airearse a la prensa y el único fin que poseen es la
de formar un bloque que actúe de manera prudente y usando el
sentido común; por eso se han adentrado en el camino
correcto y van a dar pasos firmes y mantener el equilibro
que hasta el momento han intentado lograr.
Las dos concentraciones que han llevado a cabo hasta la
fecha han ido de más a menos. La del primer día fue el
jueves del arriado de la pasada semana; se consiguió un
sonado efecto, aunque la masa de personas que arrastró no
fuera la esperada. Enseñaron pancartas; lograron que el
delegado hiciera acto de presencia y que el comandante
general adelantara una jornada los días de permiso que había
cogido después de visitar a los soldados en Kosovo. La
segunda protesta, este jueves por la mañana delante de la
Delegación, sirvió para que las mujeres se dieran de bruces
contra la realidad. Les acompañó nuevamente la lluvia y
eligieron una hora laborable. Los medios de comunicación
acudieron a la cita y esto les sirvió para expresar sus
quejas, aunque de nuevo desordenadas y a veces
contraproducente para ellas. Precisamente era este término
el que emplearon algunas de las protestantes, dándose cuenta
en el momento de lo inapropiado que podrían ser más
concentraciones de este tipo.
Estas dos protestas pueden analizarse de manera negativa y
positiva a la vez. Negativa porque no han contado con el
respaldo que hubieran esperado; y positiva, porque han
conseguido amarrar una corriente de personas constantes que
están invirtiendo el tiempo en conseguir el propósito que se
han marcado como meta y, “aunque no podamos, seremos la
avanzadilla o habremos hecho camino para las que vengan
detrás de nosotras con el problema de la reducción”, dijo
una de ellas ayer a este periódico.
Las concentraciones han sido negativas, porque les han
dejado a la intemperie ante los Servicios de Inteligencia
militares. Algunas personas han ido desmarcándose de estas
concentraciones por miedo a las represalias; otras, como
estas, se asen a la valentía y al carácter para no cejar en
su empeño.
Ellas son conscientes de que necesitan el apoyo de Ceuta
para hacer presión, porque insisten en que este problema es
de todos aunque implique más explítamente a 150 familias en
estos momentos. También entienden que la proliferación de
cifras de afectados en los medios de comunicación está
causando el efecto adverso, ya que los datos empiezan a
bailar, desde los que manejan ellas actualmente, los que
prevén y los que dan oficialmente los miembros del Gobierno.
A partir de ahora se van a mostrar más fuertes, con apoyo de
entidades civiles como la Federación Provincial de Vecinos (FPAV),
la Cámara de Comercio y el propio Ayuntamiento. También han
elegido una portavoz para comunicar aquellos datos o
tribulaciones del día a día. Será Ana, aquella chica que
leyó la primera carta conjunta implorando al sentimiento
ante las cámaras.
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