A pesar de que desde distintos
ámbitos, incluso desde algún sector de la Iglesia, no se ve
con buenos ojos la serie de celebraciones que hay con la
primera comunión de los niños, afortunadamente los padres,
en este caso, no se dejan llevar por la hipocresía de
quienes consideran gastos escandalosos, y dan a sus hijos
todo lo que tienen para que pasen un día feliz.
Es cierto que los gastos se disparan en estos casos, es
cierto que luego tendrán que pasar varios meses, en algunos
casos, para reponerse de esos gastos extra que se hacen para
un solo día, pero no menos cierto es que debido a las
comuniones, hay una serie de establecimientos que pueden
sostenerse, en un mes, que de otra forma sería de los malos.
Y es más, todos los fines de semana, desde ahora hasta
finales de mayo, vemos que la mayor parte de los
restaurantes también están llenos, por las comuniones, con
lo que los puestos de trabajo no peligran.
Hoy, hay que reconocerlo, una comunión acarrea unos gastos
que, en pocos casos, bajarán de los 3000 €, pero también es
ciertos que fotógrafos, restaurantes, tiendas de confección,
zapaterías, tiendas de regalos y demás pueden seguir
subsistiendo, en muchos casos, por esto, gracias a “estas
fiestas” bien entendidas y que los que hipócritamente hacen
“ascos” a este tipo de celebraciones, en muchos casos son
los que más partido sacan de ello, porque así pueden
conservar un puesto de trabajo, que sin la celebración de
las comuniones, posiblemente, no conservaran.
Y si hay quien critica los “despilfarros” desde fuera, lo
más negativo es que alguna voz piadosa, desde la propia
Iglesia critique “la fiesta” que para los niños es lo más
maravilloso que se pueden encontrar un día en su vida.
Porque, además, es lamentable que esas voces piadosas digan
que recibir la comunión así es desvirtuar el propio acto.
Desde la Iglesia ha habido muchos aciertos en la historia,
pero también hubo muchos errores, y me parece menos
lamentable la celebración, en toda regla, de toda una
familia con su niña o con su niño, que esa otra versión que
a veces nos dieron, no hace muchos años, cuando en la base
de todo nos presentaban o la comunión o el infierno con sus
llamas y su aceite hirviendo.
Los tiempos han pasado, el miedo a ese infierno condenatorio
y abrasador, afortunadamente, ha pasado a mejor vida y la
alegría de un niño, o de una niña, con sus mejores galas,
con sus padres al lado y con toda la familia en buena
armonía, vale más, tiene un valor muy superior a cualquiera
de esas “meditaciones” en las que todo estaba rodeado por la
idea de pecado.
Afortunadamente, y me alegra reconocerlo, hay gente más bien
joven, aunque algunos también entrados en años, en la
Iglesia, que han conectado perfectamente con el mundo en que
vivimos y que apoyan, o por lo menos no ponen dificultades,
a todo lo que rodea un día de esos.
Hace un momento acabo de ver a una niña de unos 9 años, en
la galería del Hotel La Muralla. Había ido con sus padres a
hacerse las fotos para los recordatorios de ese día. La
chiquilla parecía un ángel, y su padre y su madre no
parpadeaban viendo a su niña. ¿Cuándo una criatura de esta
edad volverá a tener unos minutos tan felices como los que
esta niña y otras como ella van a tener el día de su primera
comunión?. Dinero bien empleado el de los padres en este
caso.
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