Qué bueno sería que cada uno
estuviese en su faena, en la de dignidad como ser humano, y
todos en faena, trabajando a tiempo completo por la vida,
reciclando sus propios desechos, haciendo caminos como los
de Machado, tan andariegos como labriegos. Andar y laborar
reavivan el espíritu. Sería una saludable forma de estar en
forma, el que toda persona consiguiese armonizar con el
camino las andanzas. Realmente me causa pavor el caudal de
rascacielos, las torres de Babel que se encienden en Europa,
el vocerío institucional de hablar por hablar, porque en la
mayoría de las veces ni se dice nada ni nada se hace, y lo
que es peor, nadie escucha a nadie. El hombre sigue siendo
la mayor computadora teledirigida por el poder de turno,
aunque el poder sea malvado. Deberíamos, pues, empezar por
saber gobernarnos a nosotros mismos. Qué lastima que esto no
se enseñe en la escuela.
La faena en el mundo no puede ser más bochornosa. De guerra
en guerra vamos. La de género es el parte diario. Encima
gana terreno el desorden, debido a que la irresponsabilidad
ha tomado posiciones ventajosas. Jueces que pasan de hacer
justicia. Médicos que parecen haberse consagrado a la
cultura de la muerte y no a la de la vida. Hay quien cree,
aspirando incluso a que la sociedad piense así, que es
legítimo destruir la vida humana en sus primeros o últimos
estadios. La leonera está que arde. Escolares que declaran
la armada invencible a sus maestros. Luego ves que se atizan
puñaladas en cualquier esquina, a diestro y siniestro.
Observas después que la clase política, si esa que concurre
a la formación y manifestación de la voluntad popular, se ha
desvirtuado totalmente y que se quedan tan panchos
tutelándose unos a otros. Atrás han quedado los firmes
principios morales, las políticas de Estado, la verdad como
cartera de todo ministerio. Ya no digamos el amor conyugal
con la responsable transmisión de la vida, eso ni se
pronuncie, que es agua bendita de curas.
En vista de lo visto creo que tenemos lo que nos merecemos,
la irresponsabilidad como norma en el diario del mundo, el
desorden como seguridad social, la desprotección a la salud
como derecho y deber, la desgana como trabajo y la ociosidad
como catarsis. ¿No hay esperanza? Si, siempre. Hay que
volver a edificar el mundo. Primer pulso: al desorden hay
que ponerle orden. Segundo pulso: a la fuerza hay que
ponerle diálogo. Tercer pulso: la responsabilidad al poder.
Cuarto pulso: hacer valer los valores de la estética.
Cuadrado perfecto para que en el mundo se forme un corazón
humano. ¿De qué depende? De que cada uno en su faena
enmiende lo enmendable y la responsabilidad obtenga cartera
ministerial como conciencia crítica.
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