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OPINIÓN - MARTES, 15 DE ABRIL DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Dan miedo cuando hablan
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Esperanza Aguirre se camelaba a Francisco Umbral diciéndole que se prohibía bailar con él porque un hombre sin barriga es muy peligroso. Y al columnista, dominador de una lengua a la que le supo sacar tonos incomparables, se le caía la baba y comenzó a tratarla como si fuera una diosa.

Lo primero que hizo Umbral fue pregonar que la chica había empezado a cultivarse y que ya se le iba notando que estaba muy leída. Con lo cual trataba de evitar que se le siguiera teniendo como una ignorante atolondrada y que cada vez que abría la boca era para meter la pata hasta el corvejón.

Porque quién no se cuerda de cuando Aguirre era perseguida por el grupo de reportero del programa Caiga quien caiga, que intentaba retratárnosla como una tonta del bote que estaba siendo protegida por el autoritario José María Aznar. La Esperanza de entonces, es decir, la que yo recuerdo más, era la viva imagen de una mujer tenida por aburrida burguesa, harta de estar en casa, cursi de gestos y ademanes, que buscaba destacar en la vida política, con el único fin de sentirse viva.

Dicen que la señora Aguirre de ese tiempo intentaba ganarse la voluntad de Aznar, con sus consabidas armas de mujer, para que éste la nombrase ministra de Defensa. Soñaba ella, por lo oído y leído, con convertirse en la primera fémina dispuesta a asumir un ministerio donde saber mandar es lo principal. A partir de ahí dicen los militares más encopetados que todo resulta fácil para el ministro. Porque la autoridad no se discute. Por más que cada cual piense lo que piense...

En aquello años, sin embargo, ni el Ejército ni el PP estaban en condiciones de permitirse el lujo de acceder al capricho de una riquita que se había impuesto como meta el deseo de destacar a cualquier precio. Y mucho menos si ésta daba la impresión de estar paseándose por esa línea tenue donde no se apreciaba aún si pertenecía al género de las personas atontadas o bien se hacía la alocada para que sus disparates fomentaran su popularidad. Nada que ver con el nombramiento de Carmen Chacón.

Pues bien, aquella EA (que fue presidenta del Senado y ministra de Educación y Cultura) es la misma, aunque mucho más peligrosa, que ha conseguido demostrar que el PP es ahora un partido donde reina el caos. Una formación que ha perdido ese espíritu cuartelero donde las órdenes de arriba no se discuten. Ella, con sus declaraciones y sus intrigas, está logrando echar abajo la ley del silencio impuesta por Aznar, en su día, a todos los diputados y dirigentes regionales. Quienes, aprovechándose del descontrol actual que reina en el partido, no cesan de elevar sus voces por cuenta propia. Mal asunto.

Tan descomunal desbarajuste, causado por una señora preñada de intenciones legítimas de disputarle el puesto a Mariano Rajoy, ha propiciado que griten más quienes todavía viven pensando en épocas pasadas. Vozarrones temerarios y obsesionados con asustar al personal.

Mientras dirigentes como Juan Vivas, templados y prudentes, son tachados de blandos y de hacer una política que le viene muy bien a los socialistas. Craso error. De ahí que Arriola, eterno asesor del partido, insista en decir que hay diputados que dan miedo cuando hablan. Y les recomienda que bajen el tono.
 

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