No pocos aún piensan que la
igualdad es un amor imposible. Que no hay poder humano capaz
de hacer valer este valor superior que propugnan todos los
gobiernos democráticos mediante su ley de leyes. Fue
Montesquieu quien dijo además que la democracia debe
guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la
conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad
extrema, que la conduce al despotismo. Siglos después
también advirtió la dama de hierro inglesa, Margaret
Thatcher, que en cuanto se concede a la mujer la igualdad
con el hombre, se vuelve superior a él. También hay otra
idea aristotélica donde se reafirma que el único estado
estable es aquel en que todos los ciudadanos son iguales
ante la ley. Ha sido, pues, la igualdad un término
declamado, leído, asimilado según modos y maneras,
representado en todos los teatros del mundo a lo largo y
ancho de la historia. Ahora se nos vende la igualdad como
distintivo de un gobierno socialista y entra en cartera
ministerial. El reelegido presidente, José Luís Rodríguez
Zapatero, aparte de incorporar más mujeres que hombres en su
nuevo gabinete, quiere asociar el equilibrio, la equidad, la
ponderación, el ajuste, la igualación como llave de su
manera de gobernar. La intención nos parece buena y la
aplaudimos. Quizás haya motivos para creer. Ya veremos.
Lo cierto es que el Ministerio de igualdad se pone en
camino, con toda la carga de trabajo ancestral que ello
supone. Por desgracia, abundan situaciones en las que la
mujer malvive en relación con el hombre, sino jurídicamente,
en condiciones de inferioridad. Esto es un hecho tan real
como la vida misma. Por cierto, la nueva cartera
ministerial, donde todo está por hacer y para hacerlo ha
puesto el presidente del gobierno a la ministra más joven de
la democracia, una andaluza en plena forma, con cara
angelical y mirada cautivadora, vocacional de la política y
criada en las Juventudes Socialistas, bien podría comenzar
por hacer que madure por doquier punto cardinal una cultura
de la igualdad constructiva e instructiva y extenderla a
todos los ciudadanos. Ganaríamos todos en convivencia. Me
sumo a ese horizonte, que propugna el programa que la ha
elevado a ministra, de una mayor libertad e igualdad, y el
de una mayor tolerancia para asegurar el respeto a las
libres decisiones de cada cual. Una igualdad que ha de ir
implícita al reconocimiento de la diferencia singular y a
una pluralizada libertad.
Que entre en cartera la igualdad es para mí una
esperanzadora noticia. La gran noticia. La que ha de de
potenciar una igualdad en la diversidad. Las crónicas nos
dicen que la capitana del nuevo ministerio de igualdad,
tiene tras de sí el aval de haber llevado a buen puerto
brillantes labores que ha emprendido desde la política.
Desde luego este ministerio es para emprendedoras y
emprendedores. La hoja de ruta trazada por la Ley Orgánica
de Igualdad Efectiva entre mujeres y hombres, puede ser todo
lo que se diga, una ley moderna y avanzada, pero si después
es incapaz de frenar usos y prácticas de discriminación como
puede ser la edad fértil o no de la mujer, el origen racial
o étnico, la orientación sexual, las convicciones
religiosas, la discapacidad, tiene bien poco sentido haberlo
legislado. Hay que poner la ley en práctica, cueste lo que
cueste, caiga quien caiga. En suma, que la igualdad hay que
hacerla presencia y presente. Pienso que si a la joven
ministra, Bibiana Aído, no le es ajeno como dicen el trabajo
relacionado con los asuntos sociales y la igualdad, hará lo
posible y hasta lo imposible, porque su ministerio no sea un
añadido más. Para servidor es el más importante de los
Ministerios. Como acertadamente ha dicho: no podemos
permitir que nacer hombre o mujer condicione nuestro
destino. Buen propósito. Lo ratifico.
La justicia para la mujer como para el hombre, que han de
trabajar en complementariedad, requiere que se eliminen
todas las formas de explotación, generalmente avivadas por
estilo de vida de las clases ricas. Es un acto de justicia
requerir igualdad de retribución y de oportunidades para
progresar, luchar contra la mayor de las desigualdades que
es la extrema pobreza que cohabita en la marginalidad,
impartir una educación no discriminatoria, que rompa los
actuales estereotipos de género. Si hay que reconocer en el
ámbito profesional y educativo la figura del agente de
igualdad e incluirla en el catálogo de profesiones, como
reza en el programa electoral socialista que le ha llevado a
ganar las elecciones últimas, hagámoslo más allá del
reconocimiento legal. Confiamos en que la habilidad femenina
de Bibiana rompa los cuernos definitivos del renombrado
macho ibérico.
Tenemos todas las normas habidas y por haber, no hacen falta
más para que la igualdad suba a los altares del diario de la
vida, sólo hay que poner empeño en hacerlo de verdad.
Únicamente a golpe de decretos no se puede transformar la
sociedad. A veces la solución a los problemas de género, no
es la discriminación injusta, ni el enfrentamiento
hombre-mujer, ni su total autonomía, sino el entendimiento,
el respeto, la cooperación, la mutua ayuda y máxime cuando
se sabe que existe una base biológica en la que subyace la
idea de dos tipos de cerebros humanos. Otra razón más para
que la paridad tome vida como cultura y no como decreto. La
contra igualdad es también caminar contra natura. Y se
camina contra natura cuando no se reconoce y acepta la
diversidad natural. Hombre o mujer se es y no sólo se
construye socialmente, y por tanto una legislación justa
tiene que cuidar mucho en no apoyarse en concepciones
antropológicas falsas. En suma, como puede suponer el
lector, estoy contento de que la igualdad al fin haya
entrado en cartera ministerial, bajos los aires de la
juventud femenina, puesto que la savia joven injerta mejor
en el árbol de la vida. Veremos si un servicio de Estado
como es la justicia cultiva el ser iguales, si el nuevo
motor de la sociedad cuenta con los dos cerebros humanos
(mujer-hombre), si la igualdad llega a los discapacitados,
si la ciudadanía entiende el injerto ministerial de igualdad
de trato y no discriminación, si las oportunidades las
pintan de igual a igual, si a los excluidos les llega una
pizca de igualdad, si el trabajo definitivamente se oferta
en igualdad, si los pacientes del Sistema de Salud son todos
iguales, si se reducen los desequilibrios sociales para que
la igualdad florezca entre el conjunto de los ciudadanos.
Quedan todos los ministerios, quedamos todos… en las manos
de Bibiana, superministra de Igualdad. ¿Un sueño o una
realidad?
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