Lunes. 7
En toda actividad es primordial mantener una ilusión a
prueba de problemas. De lo contrario, uno se va adocenando y
termina por rendir muy por debajo de sus posibilidades. Creo
que el editor de este medio cuenta con esa ilusión. Pruebas
de ella ha dado para que uno se atreva a aseverarlo. Y las
seguirá dando. Al menos es lo que deduzco de la conversación
que hemos mantenido en su despacho. Sin embargo, desea que
quienes trabajamos en El Pueblo de Ceuta nos comprometamos
más con la empresa. Necesita comprobar que nos esforzamos
por hacer un periódico mejor. Y es cuando comprendo que
tiene razones para quejarse. Y motivos suficientes para que
haya días en los cuales decaiga en parte esa euforia
constante que le acompaña como editor de un periódico que ha
conseguido perdurar contra viento y marea. Pero a mí, cuando
me toca responderle, sólo se me ocurre recitarle de memoria
estas palabras de Gabriel García Márquez, respecto al
periodismo: Nadie que no haya nacido para eso y esté
dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un
oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba
después de la noticia, como si fuera para siempre, pero que
no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar
con más ardor que nunca en el minuto siguiente. ¿Y cómo
consigo yo que eso se haga realidad aquí? Ah...
Martes. 8
Me llama el gerente de este periódico, Ángel Muñoz,
para comunicarme que ha muerto Emilio Cózar. Y me
sucede lo de siempre: que la muerte de cualquier hombre me
disminuye, porque estoy ligado a la humanidad... Cuánta
razón llevaba al poeta inglés, John Donne, autor de
ese fragmento sacado de un poema suyo sobre el fin que nos
espera a todos. Mentiría, en estos momentos, si dijera que
mis relaciones con EC se torcieron por causas ajenas a mi
voluntad y que si tal o que si cual. La verdad en nuestro
caso fue que, nada más conocernos, estuvimos destinados a no
entendernos. Cierto es que lo intentamos, en alguna que otra
ocasión, tratando de hacer como que olvidábamos lo ocurrido
en un principio; pero pronto surgía algún inconveniente que
nos hacía distanciarnos aún más. Parecía nuestro sino. Y por
él nos dejamos llevar en volandas. Por consiguiente, a mí
sólo me queda decir, ante el trance que todos esperamos y
que tanto nos impone, que daría lo que no tengo por haber
podido seguir manteniendo con él ese debate en los medios,
durante muchísimos años.
Miércoles. 9
En 2005, allá por el mes de mayo, en La Razón, periódico que
dirigía Luis María Anson, se nos decía que España
estaba armando a Marruecos hasta los dientes. Y nos daban
cuenta de los muchos carros de combate que se les había
vendido. Semejante noticia hizo que un parlamentario ceutí,
fiel lector de ese periódico, pusiera el grito en el cielo,
pidiendo responsabilidades al Gobierno y al estamento
militar. Y así estuvo varios días copando todas las páginas
de los medios escritos y las emisoras de radio. Hasta que se
demostró que todo era puro camelo. Una actuación más de
patrañero, concebida con fines electoralistas. Y sobre todo
con la malsana intención de poner al delegado del Gobierno
en un brete. Ahora, por medio de El Imparcial, cuya
presidencia es ostentada por Anson, otra vez se trata de
sembrar la semilla del miedo en la ciudad. Y, nuevamente, se
ha puesto al frente de la operación el diputado. Con el fin
de crispar los ánimos de los ceutíes. Nos anuncia tantos
males urdidos contra nosotros por los socialistas, y todos
ellos hablando por boca de ganso, que el día que acierte
estaremos todos en bragas.
Jueves. 10
A buenas horas mangas verdes analiza Juan Luis Aróstegui
las críticas a los precios del billete de barco. Sus
explicaciones llegan con más retraso que aquellos trenes
carretas que uno cogía, siendo niño, para ir de Cádiz a
Córdoba. Se le nota mucho, quizá demasiado, al portavoz de
la política municipal de un partido extraparlamentario, que
sus relaciones con los socialistas han mejorado muchísimo.
Sobre todo con el Delegado del Gobierno. A quien parece
haberle prometido que va a ser bueno mientras no le lleven
la contraria y cumplan lo que han pactado con él. De no
haber sido así, le habría zurrado la badana a
Jenaro-García Arreciado cuando éste se equivocó
arengando a los ceutíes a que no cogieran el barco en señal
de protesta por el abuso de las navieras durante la Semana
Santa. Bien haría el político onubense, sin embargo, en no
confiarse lo más mínimo ante la postura que viene
manteniendo el secretario general de Comisiones Obreras. Ya
que en menos que se santigua un cura loco, y por un quítame
allá esas pajas, es capaz de volver a las andadas; o sea,
ponerse a decir barbaridades contra la Delegación del
Gobierno y, sobre todo, contra el delegado. De cualquier
manera, en su artículo de hoy lleva razón cuando dice que
las empresas navieras están actuando con ortodoxia,
ajustándose a los parámetros (vaya palabro, con lo bien que
le habría quedado ahí criterio, punto de vista o, simple y
llanamente, referencias normalizadas) de la política de
precios que se aplica en el sector del transporte. Pero
Aróstegui sigue escribiendo como lo que es: un burócrata
oscuro y convencido de que le cabe en la cabeza toda la
administración pública.
Viernes. 11
Cuando llego a la peluquería de Francisco López
(Logar) me encuentro con Juan Vivas. Me siento en el
sillón que hay a la vera del suyo y nos metemos en
conversación ante el silencio de Paco. Si me exigen que jure
lo que estoy diciendo, juro que el extraordinario peluquero
y amigo no abrió la boca durante la charla que sostuvimos el
presidente y yo. Eso sí, seguro estoy de que si decidió
darse un punto en la boca fue para empaparse de lo que ambos
nos decíamos. Vivas y yo aprovechamos la ocasión, ya que
hacía la tira de tiempo que no habíamos tenido la menor
oportunidad de meternos en cháchara, para hablar de fútbol,
de política, de formas de ser, de cómo debemos superar las
circunstancias, y de las vueltas que da la vida. Surgieron
las anécdotas, las vividas con él, y otras... Paco, todo
oído, fue demorándose en el corte de pelo del presidente,
sin que nosotros le diésemos motivo alguno para que se
desprendiera de esa lentitud en su trabajo adoptada a
conciencia. En realidad, y lo digo con esa falta de
convencionalismo que me adjudican, pasé un rato muy
agradable. Ah, el presidente de la Ciudad pagó su pelado con
largueza. Quede claro.
Sábado. 12
Hacía mucho tiempo que yo no hablaba con Diego Sastre.
En principio porque no coincidimos en la calle; luego,
porque dejé de visitarlo en su trabajo; pues hubo una época
en la cual raro era el día en que no iba a verle para pegar
la hebra un rato con él. De modo que no tenía ni idea de que
estaba pachucho. Y al enterarme no pude por menos que
llamarle con la rapidez de quien desea enterarse de cómo
está el amigo. Digo amigo, créanme, con todas las de la ley.
Pues quienes me frecuentan saben que no es ese adjetivo que
suela yo pronunciar así porque sí. Mas con Diego la palabra
se me cae de la boca. Y es verdad que mi amigo ha estado
apurado. Así me lo confiesa mientras hablamos por teléfono.
Aunque no es menos verdad que ya ha cogido aire y su voz
suena fuerte. Percibo, por su forma de pronunciarse, que ha
renovado sus bríos y está dispuesto a batirse el cobre en
todos los aspectos. Dejamos de hablar de cuestiones médicas
y pasamos a repasar la actualidad de esta Ceuta donde, como
ya he dicho en muchas veces, todo se magnifica, todo termina
por hincharse hasta extremos insospechados. Y vivirla, con
cierta intensidad, exige gran vitalidad. De lo contrario,
uno se queda anclado en el pasado. Diego, Diego Sastre, mi
amigo, lo sabe y está recuperando parte de esa vitalidad.
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