Al parecer, se han puesto manos a
la obra los mandamases de la Región de Bruselas-Capital,
auxiliados por la Comisión Europea y la Ciudad de Bruselas
que están dispuestos a arrimar el hombro, para poner en
marcha un ambicioso certamen destinado a definir un nuevo
diseño urbano para el barrio europeo. El perímetro afectado
por el concurso abarca la zona situada en torno a la rue de
la Loi, entre la circunvalación interior y la chaussée
d’Etterbeek. Al parecer, con este festival lo que se
pretende es ahondar en un estético diseño, donde los
espacios poéticos sean algo vivo y nos vivan. Confiamos en
que la idea sea exportada. Ellos aspiran a transformar la
zona en un distrito ecológico, gobernado por la saludable
convivencia, el buen gusto de viviendas y el cultivo de los
espacios culturales y de ocio. Yo también quiero ese
chupachus.
La verdad que el urbanismo, que les voy a decir de la madre
patria, ha perdido la urbanidad. Las urbes son hoy el abismo
de la especie humana, el laberinto de la oquedad, el aire
sin aire, la soledad monstruosa, el ruido permanente, un
entorno sin entidad alguna y con la identidad del sin vivir
como sombra, densa de bochornos en la que predominan
canículas y calinas, pocos servicios humanos y mucha
industria de engorde consumista. Al día de hoy, la
ordenación urbana es igual a la suma de los cuadrados de
torpeza y desatención que hemos criado, es decir, al
cuadrado del primero, la grosería propia de una mala
crianza; más el cuadrado del segundo, el desprecio por lo
bello, más el doble del doble de necedad, vulgaridad y
barbarie que reina por doquier. El Satanás, sin duda, de
esta desordenación urbana es que se plantan más
urbanizaciones que sentido común.
De esta jungla de ciudad no se libra nadie, incluidas las
ciudades patrimonio de la humanidad que, para empezar, aún
distan mucho de ser patrimonio accesible en una vociferada
cultura sin barreras. Tampoco logran redimir los pecados
contaminantes ciudades comprometidas con el desarrollo
sostenible y la protección del clima, por mucho que se
aglutinen en una red para intercambiar conocimientos y
experiencias. Los intereses de don dinero capitalizan el
desmadre. No hay política ni político que lo descapitalice
al destierro. Y, en verdad, hace falta como el comer un
pacto entre caballeros de buen vivir y mejor ética, para que
el diseño de las urbes nos armonicen la vida. La utopía es
el principio de todo progreso.
|