Con la llegada del buen tiempo,
adentrada la primavera, acostumbraba a salir los fines de
semana a la costa levantina iniciando el periplo por el
Delta del Ebro, en uno de los pueblos, L’Ampolla,
acostumbraba a veranear largas temporadas.
L’Ampolla (La Botella, en catalán) era un pueblecito de
pescadores, dependiente del municipio de El Perelló, con
menos de 1.000 habitantes cuando comencé mis estancias
veraniegas en el mismo. Disponía de un puerto pesquero
pequeño y característico de aquellos tiempos iníciales de mi
permanencia en Catalunya. Podía decirse que era un pueblo
virgen, en referencia al turismo, y en cuya bahía de San
Jorge, hoy Sant Jordi, nos bañábamos diariamente en aguas
tranquilas y poco profundas.
Hoy en día ese pueblecito es todo un centro turístico de
primer orden, con hoteles y zonas residenciales temporales
que han acabado con aquella maravilla de pueblo de
pescadores. La especulación inmobiliaria derribó la única
característica válida. Ya no es el mismo, sus 10.000
habitantes, en verano se incrementan el tripe, hablan por sí
solos.
Lejos de L’Ampolla, ya dentro de la Comunidad Valenciana,
dos pueblos cuyos habitantes se dedicaban a la agricultura
desde tiempos inmemoriales cambiaron de la noche a la mañana
cuando un catalán, Jesús Ger, se acercó a esos lares.
Ese catalán ideó un proyecto de una macro urbanización de
vacaciones a la que le dio el nombre Marina d’Or y que se
desarrollaría en una superficie de 18 km². Sería conocida
como la mayor ciudad de vacaciones de Europa y está ubicada
entre los dos pueblos, que indiqué al principio, y que no
son otros que Cabanes y Oropesa.
Estos dos pueblos han cambiado tanto como L’Ampolla desde
que, a mediados de los 80 comenzó a instalarse Marina d’Or
en esta zona del litoral castellonense cubierta de viñedos
que fueron engullidos por la empresa propietaria del
proyecto. A tener en cuenta que ambos municipios están
dirigidos por el PP desde hace tres legislaturas.
Ahora existen en el complejo 10.000 apartamentos y cinco
hoteles y tienen pendiente la aprobación el proyecto de
macro urbanización que se desarrollará entre ambos pueblos,
aglutinándolos, y que superaría los 200.000 habitantes, más
que la capital castellonense.
Lo malo es lo que viene ahora, con la crisis del sector
inmobiliario han caído las ventas un 60% y han dejado en la
calle a más de 1.000 trabajadores cuando el proyecto de
expansión comprendía 40.000 viviendas y seis hoteles además
de tres campos de golf. La crisis está acabando con el sueño
de los cananyuts y oropesinos de ver a sus respectivos
pueblos convertidos en ciudades con todas las dotaciones y
servicios… pero la especulación llega a un momento en que
encuentra la horma de su zapato y aunque la reducción, por
ahora, de la plantilla de Marina d’Or no ha afetado a los
mismos, todo llegará.
Marina d’Or está preparándose para entrar en Marruecos y
aprovechar sus parajes costeros vírgenes para proseguir sus
proyectos de expansión inmobiliarios. Como entendemos que
aquí, en nuestro país, ha topado con obstáculos, el
financiero y el legislativo, busca una huída hacia adelante…
solo queda que se expanda en China.
De ahí a la hecatombe económica, laboral y social no hay más
que un paso y… como si lo viéramos: la culpa la tiene
Rodríguez Zapatero. Y los peperos tan panchos con su obra de
tipo agresivo y masificada en claro atentado medioambiental.
¿No te jode?
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