Casi de relevancia histórica el
que la Ciudad Autónoma cuente, por fin, con un Plan Director
de Saneamiento que defina los mecanismos que garantizan el
saneamiento y la depuración de las aguas llamadas residuales
que son vertidas, en este caso al mar.
El Plan Director, que se inició en 2007 tiene prevista su
conclusión en 2016. En ese año la Ciudad Autónoma habrá
debido terminar con lo proyectado, aunque bien es verdad que
aún habrá que mantener encuentros y realizar más convenios
con entidades estatales, al objeto de cuajar el proyecto en
base a la obtención de los recursos económicos necesarios
para llevar a cabo hasta el final el programa previsto que,
en definitiva, trata de superar viejas rémoras no apropiadas
para el Medio Ambiente y que son evidentemente propias hoy
en día en las sociedades modernas.
Canalizar la red de saneamiento, encauzar arroyos,
elaboración de nuevas redes y desdeñar las maltrechas por
las numerosas décadas que pretaron servicio, controlar los
vertidos, gestión telemática de las estaciones de bombeo y
tratamiento de aguas a través de una Estación Depuradora de
Aguas residuales (EDAR) son parte de las actuaciones más
relevantes que el Ejecutivo ha venido desarrollando con un
coste de 24 millones de euros de los que la Administración
General del Estado ha aportado 8’5 millones.
El esfuerzo económico de la Ciudad ha sido considerable.
Pero era evidente que, en tanto en cuento, la Administración
General del Estado se esforzaba por reformar íntegramente la
red de suministro de agua [que producía unas pérdidas
excesivamente notables], paralelamente, la Ciudad debía
afrontar el arreglo global de la también maltrecha red de
saneamiento. Aunque, las circunstancias obliguen a seguir
manteniendo contactos con la Administración central, no se
duda de que el Plan Director culmine en su totalidad por la
evidente necesidad estructural que se plantea en Ceuta para
converger en niveles propios de las sociedades avanzadas.
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