En cualquier diccionario abreviado podemos encontrar la
definición de entrenador como “persona que entrena” y la de
entrenamiento como “ejercicio o preparación para un
deporte”.
Ahora bien, si reflexionamos, sobre las figuras que ocupan
los banquillos del fútbol local (entrenadores, monitores y
delegados de equipos), podemos conocer en función de quién
lo ocupe, el nivel de nuestros equipos y jugadores en la
actualidad. Por supuesto, dejan mucho que desear
actualmente.
En otras ocasiones, he manifestado de la importancia del
entrenador en la formación y el juego diario de los
jugadores. A este pedagogo del deporte, del que cada día,
cuentan menos con él en esta Ciudad, lo defino como una
persona que sabe disponer de los recursos humanos y técnicos
a su alcance para tejer una unidad de acción eficaz (el
equipo de fútbol).
Debemos entender que el entrenador “no nace, se hace”. Nadie
puede pensar que sin “estudios”, el fútbol puede estar a su
alcance. El oficio de entrenador, como cualquier otro
relacionado con la preparación física, técnica y psicológica
en el deporte, no es nada fácil. Lo debe desempeñar a través
de los conocimientos adquiridos y de los estudios en busca
de continuas actualizaciones. Estudios que lo fortalecen en
el esfuerzo diario para producir un entorno de aprendizaje
eficaz para los jugadores, el planeamiento de cada sesión
por adelantado y la decisión de que habilidades o temas
desea trabajar durante la temporada competitiva.
Es obvio que, el sinónimo de entrenador de fútbol no se
corresponde con el de “Delegado de equipo” (persona
responsable de asistir al equipo y/o presentar
credenciales).
Durante los últimos años, la figura del “Padre/Delegado”
ante la pasividad y el consentimiento de la Federación de
Fútbol Ceutí junto al beneplácito de la mayoría de clubes,
los cuales, han sido y son los más interesados en este
aumento, han causado un detrimento de los entrenadores
locales o de cualquier entrenador que se quiera asentar en
nuestra ciudad . El ochenta por ciento de los banquillos son
ocupados por “delegados de equipo”, los cuales , ejercen con
el “consentimiento ciego” federativo las funciones de
entrenador. Delegados, sin una formación básica deportiva y
con un desconocimiento del reglamento del juego en la
mayoría de los casos. No debemos equivocarnos, en ejercer
nuestras funciones adquiridas. Cada uno, debe estar en su
sitio por el bien del Futbol local y de los jugadores. No se
puede pensar que un ATS en un hospital acuda a realizar las
funciones del cirujano a un quirófano ni incluso cuándo hay
carencia de especialistas en el mismo.
Mientras tanto, la mayoría de clubes, se escudan en la
famosa frase “los entrenadores no quieren entrenar”. Aunque,
ninguno ha mencionado que la diferencia de tener un
entrenador a un delegado/padre en un equipo, estriba en dos
aptitudes; la económica del club y la de personalidad de un
verdadero entrenador. Sobre la primera decir que, una
credencial de entrenador le cuesta a un club lo que vale
tener diez o más delegados. Hay también que ver la cuestión
económica de la ficha del entrenador, fichaje que rehúsan
pagar por muy simple que sea, alegando que se hace por
hobby. Pero nadie declina pedir subvenciones de todo tipo a
la ciudad, aunque, no quieran contar con personal preparado
y los gastos a veces, no correspondan a lo solicitado. ¿Que
dice la ciudad de éste asunto a la hora de conceder
subvenciones, la justificación de gastos y el fichar
técnicos cualificados en los equipos?
La otra aptitud es la personalidad del entrenador, forjada
por los años de estudios y preparación para llevar equipos.
Es mucho más fácil para cualquier club dar un balón a un
delegado y decirle “entrena” que, a un entrenador decirle
“no te puedo dar balones, petos, conos, etc.”, como, el no
poder complacerle con el trabajo de dirección y organización
de club durante la temporada para facilitar su trabajo. Es
también fácil, como consecuencias de estas desidias
deportivas encontrar equipos locales disputando
competiciones sin ningún representante que los dirija en el
banquillo, ya que, muchos de estos delegados no tienen
ninguna responsabilidad oficial.
Estas ambigüedades, aporta como resultado final, un escaso
nivel que a nadie importa en esta ciudad y que se viene
observando en la mayoría de las competiciones locales de
fútbol y fútbol sala en la actualidad. Si tomamos como
ejemplo a dos de las categorías de élite de nuestro futbol;
la liga local de juveniles y la de Cadetes. Observamos que,
el calendario competitivo está formado por seis equipos en
la primera (y bajando) y diez equipos en la segunda (dónde
más abandonos de jugadores se producen).En estas categorías
el supuesto cargo de entrenador lo desempeñan actualmente
cuatro delegados, un monitor y un entrenador en juveniles, y
nueve delegados y un entrenador en cadetes (entrenador este
último que desempeña su trabajo con los equipos de chavales
de juveniles y cadete de La Esperanza). Por tanto, la suma
es fácil, catorce equipos locales de juveniles y cadetes en
competición sin entrenadores. Esta es una situación muy
grave, teniendo en cuenta el gran volumen de entrenadores
que hay en Ceuta. Solo en III Nivel, más de treinta. Estos
datos, confirman, que se está tratando a los deportistas,
familias, entrenadores y Ciudad con poco respeto y
desinterés por parte de Federación y Clubes.
De tal manera, la evolución deportiva en futbol de la Ciudad
la tenemos en personas, que aunque con ilusión y
responsabilidad, no pueden y no son las adecuadas para los
intereses de los jugadores, ni por tanto como parte
afectada, la federación y la Ciudad cuando es representada
con selecciones o equipos nacionales (caso este año de un
equipo juvenil nacional que ha descendido).
Por otro lado, a modo de compensación “personal” de los que
manejan el futbol con todas estas deficiencias y la falta de
entrenadores en equipos, inventaron hace unos años la figura
del monitor, figura a caballo entre delegado y entrenador.
Estos cursos de monitores, en mi opinión, debían de ser el
preámbulo para acceder al primer nivel de fútbol o fútbol
sala como hacen otras comunidades con más sensatez, son todo
lo contrario. Cursos de bajo coste económico y de
elementales conocimientos deportivos, los cuales, debían de
durar solamente un año de competición y de aplicación en
categorías inferiores (pre benjamines, benjamines y
alevines), volviendo al siguiente año, a realizarlo de nuevo
si se quiere continuar y/o en su caso inscribirse en el
primer nivel de la modalidad que la Federación de fútbol
emplace a realizar.
¿Qué es lo que está sucediendo actualmente? Que el curso de
monitor que se imparte, una vez realizado vale para cien
años, entrena cualquier categoría (de pre benjamines a
juveniles) y como premio adicional, se ofrece la opción y
autorización a estos monitores para ejercer el cargo de
“entrenador” en varios equipos de distintas categorías a la
vez y en el mismo año. Si es complicado llevar la
planificación, entrenamiento y competición de un equipo
durante todo el año, ¿cómo es posible, ver a un monitor
ejerciendo en varios equipos a la vez?
Con esto, se demuestra una vez más, que para el fútbol local
todo está permitido. Con consternación puedo decir que los
entrenadores en esta Ciudad están en decadencia, la
responsabilidad actual, está en manos de aquellos que no
quieren perder sus cargos por enfrentarse al miedo de la
decisión. Por ello, la mayoría de responsables presentan
“ceguera” al tener conocimiento de tales funciones en los
banquillos.
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