Me hubiera gustado ver el viernes, cuando el rumor de la
reducción de tropas se convirtió a un presidente de Ceuta
parecido al de Melilla: más enfadado, más amenazador y más
defensor del Ejército; un Juan Vivas que hubiera exagerado
las cifras de reducción de efectivos de la Comandancia
General al 50 por ciento, como hizo Imbroda. Hubiera querido
leer una carta más exigente hacia el ministro de Defensa y
no una misiva que podría haber firmado el propio delegado
del Gobierno, que, por cierto, ha perdido mucha credibilidad
y simpatía en esta ciudad, siendo, como sucede en el PSOE,
un encubridor de los tejemanejes zapateriles. Hubiera
querido ver a un presidente de Ceuta impulsando
-implícitamente- a las familias de los soldados a que
protesten en la calle, provocando al Gobierno central a que
retroceda ante una decisión injusta. La reducción de plantel
en Ceuta se debe a un reajuste nacional de plantilla. El
número de efectivos en España decrecerá como ya sucedió en
países como Francia o Dinamarca, pero la posición
geoestratégica de Ceuta y la simbología del Ejército de
Tierra en esta ciudad -que no de Aire como apuntaron en el
Gobierno, ¡menudo conocimiento!- debería dejarla al margen
de modificaciones tránsfuga.
Pero el Ejército en Ceuta no es solamente una representación
de la fuerza española: son capas de Regulares ondeando miles
de recuerdos, son carros de guerra atravesando las calzadas
de la ciudad, es el verde militar desayunando en la Gran
Vía, los tatuajes en la piel y en la memoria, el Encuentro
en Semana Santa; es una Legión que canta el Novio de la
Muerte hasta desgañitarse en la colina de García Aldave. Los
militares afectados deben, en las próximas semanas, dejar de
ser menos militares, desatender alguna orden y protestar por
su derecho a permanecer en la plaza que han ganado durante
años de sacrificio. Y deben acompañarlos en sus protestas
tanto los militares que no se ven afectados como los civiles
que disfrutan viendo un arriado o visitando el Museo del
Desnarigado; y hay que luchar para no dejar de verlos nunca
regresar con sus petates tras un fin de semana de descanso
en la Península. Aunque será difícil que pueda producirse
algún acontecimiento de estos, puesto que el Ejército
investigaría para depurar responsabilidades.
Precavido y prudente, Juan Vivas está llevando este asunto
con cautela, sin hacer mucho ruido y ha dejado que el
protagonismo a nivel nacional lo asuma Juan José Imbroda.
Éste se muestra contento cuando es abordado por un medio de
comunicación, conocedor de que la única manera de hacer
presión a Zapatero y de movilizar a los socialistas es la de
hacer ruido y destapar los asuntos que el PSOE guarda en los
escondites de las crípticas tramas nacionales. Por eso,
Imbroda está convenciendo a los medios de comunicación
melillenses y, por ende, a la ciudadanía de la localidad,
para que este tema escale al panorama nacional. Y lo está
consiguiendo. Hoy Antena 3, que visitó Melilla el pasado
viernes, va a emitir un reportaje que transmita la
preocupación del pueblo por el descenso de tropas que ha
firmado el Ministerio de Defensa y que, según Imbroda, será
de más del 50 por ciento. Lo que se traduce en que la ciudad
scontaría con poco más de 1.000 militares. Estas cifras no
serán tales, pero la exageración es la única manera de
evidenciar la equivocación del Gobierno. Vivas debería haber
hecho lo mismo. Zapatero no se puede salir con la suya y los
presidentes populares de Melilla y Ceuta deben ir de la
mano.
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