Durante la década de los ochenta,
corría con insistencia el rumor de que los socialistas
estaban dispuestos a suprimir el servicio militar
obligatorio. Lo cual produjo en Ceuta una enorme desazón
entre los comerciantes. Pues los soldados gastaban mucho
dinero en la ciudad. Comían, cenaban, alternaban en los
bares, llenaban lo bazares... De modo que muchos negocios
sobrevivían gracias a esa clientela amplia, disciplinada y
que pagaba religiosamente. A esos militares se les sumaban,
en bastantes ocasiones, la llegada de sus familiares.
Quienes también ayudaban a la causa económica, durante sus
visitas.
El rumor se convirtió en realidad cuando fue presidente
José María Aznar. Y la noticia produjo la consiguiente
inquietud entre cuantas personas vivían directa e
indirectamente de una tropa que generaba riqueza en esta
tierra. El hecho, qué duda cabe, acabó con varios negocios,
mermó las ganancias de otros y obligó a varios comerciantes
a obtener de sus establecimientos un rendimiento distinto.
La verdad es que, si no recuerdo mal, fue peor el tiempo de
incertidumbre; es decir, ese tiempo donde los comerciantes
oían hablar de la posible supresión del servicio militar
obligatorio -e, inmediatamente, se les encogía el corazón-,
que cuando Aznar dijo hasta aquí hemos llegado. La vida
siguió y Ceuta fue a más, en todos los aspectos, a pesar de
que ya no venían los mozos peninsulares a dejarse sus
ahorros aquí o bien hacían que sus padres tuvieran que
empeñarse...
Pues bien, ahora se ha desatado la polémica porque ha vuelto
a circular otro rumor –antesala de la noticia- acerca de que
habrá reducción de tropas. Y los políticos, en vez de hacer
las averiguaciones correspondientes y cerciorarse donde
deben de si es verdad que ello está previsto, han empezado
la casa por el tejado. En una palabra: han comenzado a
inquietar a la gente y a los profesionales que pueden verse
afectados por traslados y demás cuestiones al respecto, con
declaraciones absurdas y destinadas a poner a los pies de
los caballos al delegado del Gobierno.
No es de recibo que se le diga mentiroso a Jenaro-García
Arreciado. Ni tampoco que se soliviante a la población
pregonando que el Gobierno lo que quiere es debilitar a
Ceuta militarmente. Puesto que quienes lo proclaman parecen
que aún no se han dado cuenta de que la campaña electoral ya
acabó.
Ahora bien, Ceuta y el Ejército han marchado siempre en la
misma dirección. Una necesidad que terminó siendo costumbre.
Y al margen de la cuestión económica y de los puestos de
trabajo que proporciona la milicia, hay algo fundamental: el
Ejército es el atlante en el cual se sostiene la ciudad. Por
ello, las palabras que Juan Vivas dice en su carta al
ministro de Defensa en funciones, José Antonio Alonso,
pueden ser calificadas, por quienes desconozcan la historia
vivida al unísono por la población civil y la militar en
esta ciudad, como exageración de un alcalde que ha
aprovechado la ocasión para adornarse. Y no es así. Pues “el
peso del Ejército en nuestra ciudad es, en comparación con
el conjunto de la nación, singular y de naturaleza
esencial”.
Lo que traducido significa: que las relaciones son
excepcionales y fuera de lo común y absolutamente
necesarias.
Nota: digan y escriban efectivos cuando corresponda.
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