Una vez más, una noticia publicada en la prensa local, me
deja frío y me hace reflexionar profundamente. Es una
crónica que hace referencia a la “suspensión de un partido
de fútbol de División de Honor Juvenil en el estadio “Santa
Fe” de los Boliches (Fuengirola), el motivo, la agresión de
varios espectadores al arbitro del encuentro.
De nuevo, un caso de violencia en el deporte enciende la luz
de alarma en la mente de todos. Con este lamentable suceso
deportivo, se manifiesta claramente lo que ocurre en los
estadios de fútbol españoles por “desalmados” con demasiada
frecuencia (como el suceso ocurrido hace dos semanas en el
campo del Betis). Estos inhumanos hechos corroboran
rotundamente que un sector de nuestra sociedad
(espectadores, jugadores, entrenadores, delegados,
directivos, etc.) desarrolla un comportamiento “anti
fair-play” (contrarios al juego limpio) cuando se encuentran
dentro o en los alrededores de un estadio.
Por el contrario, la lucha por conseguir el fair-play o
juego limpio no termina por predominar por desgracia,
aunque, desde hace años y en prevención de la violencia
deportiva, se ha incluido el respeto por las reglas del
deporte, tanto escritas como morales. Estas reglas son las
que actualmente corren peligro, al no entender la sociedad
que el juego limpio en el deporte - espectáculo ha dejado de
ser responsabilidad y patrimonio exclusiva de los
deportistas. En la actualidad, estas pautas, están para
obtener un buen desarrollo deportivo y, deben ser asumidas
por todos los que participan de él de una manera o de otra.
En los últimos años, se han dado pasos importantes,
orientados a eliminar la violencia de los estadios. Se ha
prohibido el alcohol en el interior de los recintos
deportivos, la aglomeración de espectadores en las gradas,
la introducción de objetos y bebidas embotelladas en los
recintos deportivos entre otras medidas importantes.
Disposiciones que llevadas a cabo, han reducido y limitado
considerablemente la violencia en beneficio del deporte y
del espectáculo. No obstante, una minoría de la sociedad, ya
sea como deportista o como espectador, declina adoptar estos
comportamientos, haciendo su jungla particular los estadios
de fútbol. ¿Por qué en su casa, la conducta y su
personalidad son diferentes?
Si analizamos las conductas antideportivas o agresiones (anti
fair-play) de los entrenadores, delegados o deportistas,
podemos observar en estudios realizados que, son las más
amenazadas, puesto que, han tratado de obtener por diversos
motivos sociales, deportivos o personales la victoria a
cualquier precio. Conductas que alientan a “otros fanáticos”
de las gradas a seguir su ejemplo.
¿Qué vuelve violento al espectador de un espectáculo
deportivo? Una pregunta con escasas respuestas. La estudia
distintos sectores y dirigentes del deporte, buscando en
ella, el origen de este comportamiento y las soluciones a
los actos violentos cuando estos “animales” están en un
recinto deportivo. Ahora bien, todos coinciden que, el
anonimato, la protección en la masa y su seguridad de que
diga lo que diga no será castigado, son entre otros, los
motivos más frecuentes para que un “mal espectador” pueda
provocar lanzamiento de objetos, insulte, invada el campo y
como impotencia final, realice actos de agresión a los
árbitros, jugadores, afición contraria e incluso
periodistas.
Ya es hora de hacernos una pregunta sensata cuando estamos
en un estadio. ¿Que medida adopto cuando a nuestro lado
tenemos a un espectador violento y “jode” el espectáculo?
Otra de las situaciones preocupantes, es la de la violencia
en la base del deporte. Jóvenes jugadores que, a edad
temprana (juveniles, cadetes o incluso infantiles) han
provocado situaciones de agresiones contra árbitros o
jugadores contrarios convirtiendo los terrenos de juegos en
verdaderos campos de batalla. Estos comportamientos se
encuentran muy lejos del objetivo del fair-play en estas
edades. Si no se corrige a tiempo estos comportamientos, el
aumento de la agresividad se hace más patente con los años.
Por tanto, es tan importante el aprendizaje deportivo
(técnico-táctico-físico) como el ético-moral desde temprana
edad, basado en el respeto competitivo y en la madurez del
deportista hacia la sociedad.
El anti fair-play, no les puede ganar la batalla al juego
limpio y al respeto a las personas. En demasiadas ocasiones,
los medios de comunicación, nos sorprenden con noticias como
la mencionada en esta opinión, en dónde la palabra
“agresión” es la protagonista de una noticia deportiva,
ocultando la belleza de este tipo de información.
En consiguiente, está en la obligación de la sociedad, como
aficionados a un deporte o como personas que gozan
diariamente de leer cualquier página deportiva, el conseguir
que la palabra “agresión” desaparezca de cualquier noticia
deportiva para siempre.
Para ello, nuestra sociedad debe contribuir a ayudar a la
justicia, repudiando, identificando y expulsando de los
estadios o polideportivos a quienes no respeten las normas
éticas de comportamiento deportivo y social por cualquier
razón. No debemos tener piedad con los que no tienen piedad
con sus victimas, por muy mal que lo hayan hecho. También se
debe contribuir a solicitar duras sanciones federativas y
económicas contra aquellos deportistas que ejerzan
agresiones contra sus oponentes o contra cualquier persona.
Es nuestra obligación no tirar la toalla y mirar hacia otro
lado cuando ocurren tales agresiones al deporte. Tengo la
impresión que es otro tipo de violencia de género. El de las
personas.
ESTOS HECHOS, CORROBORAN ROTUNDAMENTE QUE UN SECTOR DE
NUESTRA SOCIEDAD DESARROLLA UN COMPORTAMIENTO “ANTI
FAIR-PLAY”
EL ANTI FAIR-PLAY, NO LES PUEDE GANAR LA BATALLA AL JUEGO
LIMPIO Y AL RESPETO A LAS PERSONAS.
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