DEBAJO de las chaquetas de los caros trajes de los dos
personajes de la obra Ajuste de plantilla se esconde la
verdad: metáfora del riesgo inherente de pérdida de valores
desde que Adám y Eva fueron expulsados del Paraíso.
Ajuste de plantilla, que hay que celebrar por lo alto que se
estrenase a nivel nacional en Ceuta, juega con el espectador
durante la primera media hora. Uno se dice: “A mí me parece
que es una obra que trata temas sociales”. En una época en
que las sirenas suenan por el agotamiento del modelo
económico inmobiliario, la ópera prima del madrileño Pedro
Jiménez parece abocada a tocar asuntos que siempre han
estado de actualidad y que más lo van a estar: desempleo,
competencia, corrupción, nuevas tecnologías, hipocresía,
servilismo, alienación...
Cuando se da el golpe de timón –hasta aquí puedo leer, que
diría Maira Gómez Kemp– los temas giran hacia la amistad, la
traición y... finalmente, se agrupa todo en torno a la falta
de valores de la sociedad moderna: la que reluce en las
cristaleras de los altos edificios iconos del poder.
Nada es lo que parece ¿o sí? ¿Se puede aplicar el código
moral de esos dos hombres al mundo empresarial en general?
Bueno, eso es mucho decir, pero te hace pensar hasta qué
punto el ser humano pierde su dignidad por un salario.
La falta de escrupulos que ha regido la vida de los dos
protagonistas deja poca esperanza a ambos cuando el castillo
de naipes se desmorona: una vida construida sobre mentiras.
Ni siquiera la cínica amistad entre ellos sobrevive.
La escenografía que representa una lujosa sala de juntas se
torna en un infierno hortera y con gusto mafioso cuando uno
descubre el pastel.
Mención aparte merece el duelo interpretativo entre los dos
actores del Centro Dramático de Ceuta: Manuel Merlo y Pedro
A. Menlle. Sería injusto destacar a uno sobre otro, ya que
ambos están excelentes lidiando con un texto que no les da
respiro y en el que han depositado sus entrañas.
Mérito del autor y de los intérpretes, también a partes
iguales, es el dinamismo que se consigue gracias a los
medidos diálogos de una obra que está llena de palabra.
Los dos roles de la obra acaban como muchos otros personajes
crepusculares lo hicieron antes en la literatura, el cine o
el teatro aprisionados en un entorno que ha cambiado y que
ya no entienden como antes.
¿Es el capitalismo inevitablemente origen de la degradación
de los valores morales que supuestamente rigen en el mundo
tras la caída del Imperio Romano? Como afirma el dicho:
Matar es mi negocio... y los negocios son buenos. ¿Ustedes
qué opinan?
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