Sigo sin entender los motivos que
tienes para concederle excesiva beligerancia a Juan Luis
Aróstegui. Miro fijamente a quien me habla, y, tras
tomarme un respiro, respondo: le concedo, simple y
llanamente, la importancia que me merece la enorme voluntad
que pone, todos los días y fiestas de guardar, para hacerse
notar. Con resultados muy negativos. Lo cual debe ser muy
triste para alguien que lleva ya más de media vida
convencido de que Ceuta no debe permitirse el lujo de
desaprovechar su talento innato para participar en la
política activa.
-O sea, lo que tú quieres decirme es que el tal Aróstegui te
cae bien por ser un perdedor con pedigrí.
Más o menos. Porque resulta desolador ver a alguien,
atiborrado de espíritu de sacrificio, de cualidades y
conocimientos, tratando de conseguir un acta de concejal, un
simple escaño en el Ayuntamiento, sin el menor éxito. Y sin
embargo, he aquí su gran mérito, continúa sin dar la menor
muestra de desfallecimiento. Una persona así, como tú
comprenderás, es digna de lástima. Perdón: quiero decir que
es enternecedora.
-Entonces, Manolo, haz el favor de sacarme de dudas.
¿Es Aróstegui un tonto útil? ¿Un defensor a ultranza de los
intereses de varios empresarios que andan emboscados? ¿O
bien un individuo a quien le puede la envidia por ver que se
le está pasando el arroz y no consigue sus objetivos como
persona pública?
La verdad es que habría que ser psicólogo para responder a
tus preguntas. Aunque me atrevo a decirte que de todo tiene
un poco. Pero quizá sea la envidia el sentimiento que más
daño le está haciendo. Y todo porque no acaba de asimilar
que sea Juan Vivas, y no él, el presidente de la Ciudad.
-¿Por qué razón?
Porque Aróstegui piensa que Vivas es un advenedizo de la
política. Es algo que he repetido muchas veces. Por ser de
una claridad manifiesta. A los hechos me remito: la visita
del Presidente de la Ciudad a las tropas destinadas en
Kosovo y la fotografía junto al comandante general,
Enrique Vidal de Loño, han conseguido sacar de sus
casillas a quien se agarra al sindicalismo como a un clavo
ardiendo. Se le ve a la legua que está invadido por un
rencor tóxico.
-¿Tanto ansía ser concejal el tal Aróstegui?
Por supuesto que sí. Es más, yo creo que de haber continuado
siendo concejal, seguro que se hubiera convertido en un
aspirante a candidato a la presidencia del Gobierno. No
olvides que el muchacho reúne condiciones suficientes para
vivir con ínfulas de estadista.
-¡Toma del frasco!, ¡y además cachondeo! Vaya, coño, ya has
sacado tu guasa a relucir. Precisamente cuando yo estaba ya
dispuesto a formar parte de la cofradía de quienes hacen
rogativas para que Aróstegui consiga su tan deseado escaño
de concejal, descubro que tú tratas de quedarte conmigo.
En absoluto. De todas formas, si no llega a presidente del
Gobierno, por los muchos impedimentos puestos a su carrera,
todavía le queda a Aróstegui el consuelo de ser concejal. Y
desde su asiento demostrarle a la gente que Vivas es un
hablador sin sustancia. Un dirigente sumiso y melifluo. Un
engañabobos. Y será entonces cuando nuestro hombre, por fin,
se vea realizado.
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