Un día en que el tiempo se permite
tomar un respiro, en su esfuerzo por seguir fastidiando a la
gente con el mantenimiento de la temperatura en zonas bajas,
salgo a la calle totalmente confiado en mi recuperación del
fuerte resfriado. Entré en una pequeña e improvisada
tertulia, que se desarrollaba en un bar “de postín” entre el
alcalde de una ciudad del área metropolitana de Barcelona,
el director de la oficina de información municipal, gran
amigo mío, el “tiburón” empresarial más temido de la zona y
uno que andaba por allí de forma casual, aunque la verdad es
que estaba tomando café antes que nosotros, resultando ser,
ese uno, el párroco de la iglesia local y que yo desconocía
por completo.
El párroco, Jorge –no quiere que le llamemos Jordi-, es un
hombre joven de unos 30 años menos que más. Es extremeño y
aunque se declara apolítico –la religión es lo suyo- se nota
desde lejos que es partidario de los que antes llamaban
rojos. Tiene una facilidad de palabra, como casi todos los
curas, que se le entiende todo antes de que lo suelte por la
boca.
Casi el resto, menos yo faltaba más, eran partidarios de la
derecha catalana, los tres primeros mencionados son
afiliados a Convergéncia Democrática de Catalunya (CDC) el
socio mayoritario de la coalición CiU y mientras hablábamos
de temas generales antes de entrar de lleno en el espinoso
tema político del tripartito y de lo que cuece en la capital
del Reino, el grupo iba incrementándose hasta cubrir casi
todo el local.
Creo sinceramente que yo estoy de sobra en esta tertulia, en
parte porque la mayoría habla en catalán con saltos al
castellano de vez en cuando, y la mayoría son fervientes
fans retrógrados de la derecha. Cuando trato de levantarme
de la mesa y salir pitando, el alcalde me agarra del brazo y
me conmina a que me quede un rato más. No puedo negarme,
primero porque antes de ser alcalde es amigo y compañero
desde los primeros tiempos en que ambos jugábamos al fútbol
y posteriormente seguimos el mismo camino pero en el campo
de los aficionados al deporte rey.
Estamos hablando en este momento del problema de la droga,
creen que la inmigración incrementa el mismo y ello les hace
creer que yo personalmente les puedo dar buena información,
porque creen que desde que cambié de aires y me instalé más
allá del sur de la península debo ser un entendido en el
tema. Les saco del error y les digo que en ese tema estoy a
cero patatero, que lo mío no es meterme en ambientes “raros”
para efectuar investigaciones de las que saco mis artículos
de opinión. Insisten en que estoy perfectamente enterado de
todo… los mando a freír espárragos.
Salta ahora el tema de Mari Luz, algunos ya consideran que
se está pasando en la interpretación de los derechos de los
ciudadanos, porque la familia de la niña asesinada por
Santiago del Valle quiere denunciar al Gobierno por permitir
errores en cadena… el Poder Judicial no es el Gobierno,
entonces ¿por qué no denuncian a los propios jueces? Opino
ante los demás que ciertos abogados se hacen con pasta gansa
aconsejando lo inaconsejable a los incautos. La familia de
Mari Luz está en una posición demasiado alterada para ver
las cosas con claridad, más aún siendo de etnia gitana, y si
emprenden seriamente las acciones legales que dicen
emprender, lo único que van a conseguir sería entrar
directamente en la ruina económica, ya que en éste caso no
va a haber justicia gratuita dada la índole de expansión a
través de los medios de comunicación del caso. Se nota
demasiado la ajena intromisión política en este asunto.
|