Algunos sectores proponen el
cheque escolar, al cuestionar los conciertos educativos, por
entender que no garantizan la elección del centro. Estos
sectores educativos, se sustentan, en principios liberales,
y resurge la polémica al producirse la apertura de admisión
en los centros de enseñanzas no universitarias con el tipo
de financiación educativa: el concierto o el cheque escolar.
Pero, ¿qué es el cheque escolar? Consiste en asignar a la
familia una cantidad de dinero para que matricule a su hijo
en la escuela de su elección. Existen experiencias concretas
en diferentes países, muy limitadas y lentas de aplicación y
sin el alcance que plantea la teoría. Su importancia suele
fijarse en el coste medio del puesto escolar, que en nuestro
país, todavía no se ha fijado.
Entre las asociaciones que se muestran a favor de hacer
realidad la libertad de enseñanza, por medio del cheque
escolar, se encuentran la Asociación de Centros Autónomos de
Enseñanza Privada (Acade) y la Confederación Católica de
Padres (Concapa).
Por otra parte, la Confederación Española de Centros de
Enseñanza (Cece), es partidaria de que pueden coexistir
sistemas alternativos a los conciertos, entre ellos, el
cheque escolar, y la Federación de Religiosos de la
Enseñanza (Fere-Ceca) se inclina más por mejorar el sistema
de conciertos que por arbitrar otros modelos para sufragar
la educación. Entiende que el cheque escolar no mejora la
libertad de elegir, ni subsana las carencias del concierto y
que, además, encierra muchas incógnitas.
De todas formas, las escuelas católicas están elaborando un
informe que analiza todas las posibles modalidades de
financiación, pero que va en la dirección de mejorar los
conciertos para garantizar plenamente la libertad de
enseñanza.
Recordemos que, hace unos 50 años, el Premio Nobel de
Economía, Milton Friedman, lanzó la idea del cheque escolar
como instrumento para que los padres pudieran elegir
libremente el colegio que desearan para sus hijos, bajo el
argumento de que es mejor subvencionar al consumidor que al
producto. Desde su propuesta, la idea ha sido implantada en
muchos países, donde se han aplicado diversas modalidades,
dándose las circunstancias que ninguno de ellos ha extendido
el modelo a todo el sistema educativo.
En nuestro país, en tiempo de la UCD, se intentó algo
similar. En concreto, se hablaba de una “flexibilidad
restrictiva” con respecto a la introducción del cheque. No
hubo tiempo para experimentarlo. En la actualidad existen
pequeños intentos reducidos a la escolarización de los más
pequeños. Son los casos de los Ayuntamientos de Valencia y
Madrid para alumnos de Educación Infantil, matriculados en
centros privados.
Entre una veintena de estados, que han intentando implantar
el cheque escolar, destaca Suecia, con el “bono escolar”,
introducido en 1992. Es importante reseñar que lo hizo un
gobierno conservador y sobrevive con gobiernos
socialdemócratas, lo que demuestra que los cambios
políticos, en materia educativa, no influyen para nada.
La aprobación más importante del “bono escolar” ha sido el
aumento considerable de la calidad de enseñanza y de
prestación de los alumnos a nivel nacional e internacional.
La responsabilidad total de las actividades escolares ha
pasado del Estado a los Ayuntamientos, a la vez que se ha
introducido un nuevo sistema de subvenciones estatales.
Todos los alumnos, incluso los universitarios, aportan a sus
escuelas el “bono escolar”. Pero más todavía: el cheque se
puede obtener si el escolar decide estudiar en el
extranjero.
Desde el establecimiento del “bono escolar”, la
escolarización está sujeta a la única limitación del
sistema, y es que los colegios deben aceptar, en primer
lugar, a los alumnos de su zona. Toda la enseñanza es
gratuita, así como el transporte, comida, libros y demás
material escolar…
Para el profesor García Garrido, “El cheque escolar
constituye una de las propuestas más firmes del pensamiento
liberal en materia de educación. Ya desde mediados del
pasado siglo, cuando muchos demócratas comenzaron a reclamar
que el Estado financiara también a los centros educativos de
iniciativa privada, otras voces, en los EE.UU y en distintos
lugares, pusieron en alerta sobre los peligros que entrañaba
la fórmula de financiación pública de estos centros. Según
tales voces, la ayuda económica del Estado podría suponer
para la libertad de los centros privados, el “abrazo del
oso”: una muerte lenta, por asfixia paulatina… El cheque
escolar que lleva la financiación, no a los centros, sino a
los usuarios (familias y alumnos), supondría un cambio
sustancial de perspectiva. Lo arriesgado es determinar si,
hoy por hoy, estaríamos en disposición de aplicarlo
correctamente, en todo o en parte”.
Lo de Suecia sería para meditar, aunque siempre surgirían
aquellos que están en contra de toda innovación, y
consideran lo del cheque escolar una utopía. ¿Sería posible
la implantación del cheque escolar en nuestro país? Difícil
está. Si los padres potenciaran su poder de decisión, la
incidencia de adoctrinamiento en la escuela sería menor.
Aquí a lo único que se aspira –que ya es importante- que la
bondad, calidad y eficacia de nuestro sistema educativo
depende directamente del grado, que éste logre que la
diversidad de ofertas educativas haga posible el pleno
desarrollo de la personalidad de todos los ciudadanos, con
respecto a los principios democráticos de convivencia y a
los derechos y libertades fundamentales.
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