Que la primera cadena del sector
de la alimentación de España, Mercadona, que arrebató ese
puesto de liderazgo a Carrefour hace ya tres años, en 2005,
tenga un interés manifiesto en llegar a Ceuta y abrir aquí
dos establecimientos es el mejor síntoma de que, a pesar de
la existencia de algunas sombras, el futuro económico de la
ciudad está asegurado. Ninguna empresa, y menos compañías
con la trayectoria, la talla y la solvencia de esta,
arriesgan ningún paso de este calado, que según la
información que ofrece hoy este periódico incluye la
previsión de contar con dos superficies de 7.000 metros
cuadrados cada una. Además, de acuerdo con fuentes de la
propia empresa, la idea de Mercadona es poner uno de sus
centros de venta en las inmediaciones del centro y otro en
la periferia, una muestra más de que la ciudad crecerá de
una forma homogénea y no desacompasada, como se ha
comprometido a garantizar por activa y por pasiva el
Gobierno de la Ciudad, sobre cuyas espaldas recae parte de
la responsabilidad de propiciar, facilitar e impulsar este
tipo de inversiones.
La otra parte de la responsabilidad recae sobre la
Administración General del Estado, que debe seguir
trabajando por diluir cualquier atisbo de duda sobre cuál
será el futuro de esta ciudad, inevitable e inexorablemente
ligado a España, como su pasado desde siempre.
Las visitas del presidente del Gobierno y de Sus Majestades
los Reyes a las dos ciudades autónomas han contribuido sin
duda a eliminar parte de esas sombras de sospecha que
malintencionadamente se han tratado de echar sobre Ceuta y
Melilla, pero el Gobierno central no debe descuidarse un
instante en su amparo y protección a las dos ciudades, que
están capacitadas de sobra para ser motores de crecimiento
no sólo de su propio territorio, sino del que tienen más
cerca, en el país vecino, donde no se puede encontrar la
seguridad jurídica que existe aquí, el mejor caldo de
cultivo para el crecimiento económico y la recepción de
inversiones.
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