El final de la Semana Blanca dará lugar en breve a la
reanudación de las competiciones locales de Fútbol y Fútbol
Sala, último tramo del año competitivo después de una larga
parada obligada de tres semanas. Ahora bien, estoy de
acuerdo que durante la Semana Santa y la Semana Blanca se
paralice la competición, pero no concibo que, se suspenda
todo un fin de semana antes de estas fechas y que solo se
juegue algún partido atrasado, una decisión que no entiendo,
ya que con ello se sucede demasiado tiempo de parada
deportiva y como respuesta a ello, se generaliza una
situación perjudicial para el nivel competitivo y del
rendimiento físico de los jugadores. Es evidente, que
estando al corriente de buena tinta de como funciona la
organización de las competiciones y de los clubes que
participan, se pueda entender que lo del “Nivel de
Competición” no cuenta mucho en esta Ciudad para los
responsables, a los cuales, el obtener de sus jugadores un
medio/alto rendimiento en todas las categorías durante toda
la competición es una mera ilusión. Estas paradas, cada año
se hacen más largas y más continuadas. Las competiciones
comienzan generalmente todos los años en la primera quincena
de Noviembre, cuando en todo el territorio español
generalmente las competiciones dan comienzo una o dos
semanas después del inicio del curso escolar (mes de
septiembre). Por tanto, nuestros vecinos peninsulares nos
aventajan en un mes de preparación y rendimiento por lo
menos, cuando nosotros todavía estamos cogiendo “habas”.
Cuando no ha transcurrido un mes del inicio de la
competición local, de nuevo, la parada obligada de Navidad
suspende todas las actividades (un mes aproximadamente),
aunque hay que reseñar que algún año por medio ha estado las
suspensiones por motivo del “Ramadan”, mes de ayuno de los
musulmanes que, con el mismo derecho que los cristianos
disfrutan de sus fiestas. Luego, vienen las paradas por
inclemencias del tiempo, como ocurre en fútbol sala en
algunos polideportivos, los cuales, el agua de lluvia les
afecta año tras año, sin que nadie haga nada por remediarlo,
situación de peligro para la integridad del jugador y que
hace necesario la suspensión de la competición en ese
polideportivo o piscina durante esa jornada. La
continuación, son estas fiestas que, cuando coinciden en el
mes de marzo, la organización de la Federación de Fútbol en
su buen criterio, la hace más larga a “petición” de algunos
interesados o en su extraño calendario escolar. Y como
último, la convocatoria de las selecciones durante el año,
que aunque una minoría participa a nivel competitivo, el
resto se cruzan de brazos durante una o dos semanas.
En resumen, el año de competición, se convierte en etapas de
competición, el nivel de los jugadores se tiene que ir
alcanzado entre período y período porque no se llega a un
mínimo de rendimiento y de competitividad por no existir
progresión, lo que hace imposible obtener una buena cualidad
física y técnica de los jugadores y de los equipos que
participan. Ahora bien, como suma a lo negativo de estas
deficiencias, estas paradas ahogan el buen funcionamiento de
la competición y cuando llega el mes de Junio los equipos
para terminar la competición tienen por imposición
federativa jugar en siete días hasta cinco partidos,
alternando varias modalidades deportivas para poder concluir
la liga local, con el consiguiente sacrificio de los equipos
y jugadores en un mes que ya “pica” el calor. En definitiva,
la suma de una serie de circunstancias deportivas;
incorrecto funcionamiento de la organización de las
competición, intereses personales- particulares y una
inadecuada planificación deportiva hacen posible que
nuestras competiciones se conviertan en juegos de calle más
que competiciones federativas. Aunque pensándolo bien, no
creo que esté en la intención de nadie hacerlo mal, pero
también creo que la puerta sigue con el candado pero más
oxidado y nuestro fútbol con más tristeza.
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