Alfredo Relaño, director
del diario As, dicen que es persona muy imaginativa. Y hasta
recibe ditirambos por parte de quienes le reconocen que todo
lo que toca en periodismo lo termina convirtiendo en oro.
También parece ser el miembro más conspicuo de ese sanedrín
futbolístico residente en Madrid. Lo cual le ha hecho
pensar, de un tiempo acá, que goza de un poder omnímodo para
decirnos qué futbolista es el mejor y cuál es un maula.
Recuerdo aún de qué manera la tomó con Costinha;
internacional portugués, fichado por el Atlético de Madrid,
de quien dijo que era, además de mal jugador, más feo que
Picio. Ello me hizo suponer que Relaño era un esteta. Y, por
tanto, un incapacitado para opinar técnicamente de
cuestiones futbolísticas.
Pero hemos descubierto también, al margen de que pueda tener
o afectar un gusto muy desarrollado por la belleza, a un
Relaño que trata de indisponer a los aficionados contra los
futbolistas que no son de su agrado. Arquetipo de la mala
baba puede considerarse el trato que le viene dispensando a
Fabio Cannavaro. Por ejemplo. Más o menos, y
cambiando lo que haya que cambiar, la misma mala intención
que evidenció cuando enjuiciaba a Fabio Capello.
Relaño es bajito, renegrido, tiene la cara embozada de pelos
y luce barriga cervecera. Así, cuando aparece en la
televisión, aunque sea fugazmente, es a costa de que las
cámaras pasen un mal trago. Las cámaras de la 1 de
televisión española tendrán que hacer verdaderos esfuerzos
para digerirlo hasta que finalice la Eurocopa.
Relaño viene formando pareja con Juan Carlos Rivero
en las retransmisiones de los partidos que juega la
selección española. El primero es comentarista, o sea
glosador florido; y el otro, narrador con derecho a opinar.
Y ambos, nada más comenzar el España- Italia, dieron un
curso de lo que no se puede hacer: mentir para denigrar la
valía de un futbolista.
Desde el primer momento, o sea, nada más sacarse de centro,
Relaño principió a pedir con machaconería que Cannavaro
hiciera alguna de las “jeremiadas que tanto frecuenta en el
Madrid”, para que ganara España un partido que podía perder.
Lo cual no me sonaba. Ya que jeremiada (de “jeremías”) se
aplica a la persona que siempre está quejándose o
lamentándose. Y no es el defensor italiano propenso a hacer
el ridículo en ese aspecto. Entonces, dije ¡tate!: lo que
está pidiendo este fulano, el que se veía reflejado en
Costinha, es que Cannavaro haga una jaimitada. Vamos, que
cometa una acción tonta y nuestra selección pueda marcarle
un gol al extraordinario Buffon. Y así fue, según
Relaño, cómo Villa lo consiguió.
Momento que aprovechó el director del diario As para gozar
de lo lindo. Y no porque España se había puesto ganadora,
sino porque el fallo de Cannavaro le había proporcionado una
felicidad enorme. Y mentía a sabiendas. Puesto que el
despeje forzado de Fabio con la cabeza, nunca habría sido
empalmado por Villa si el número seis de los azules se
hubiera echado encima del jugador español en vez de frenarse
en seco y darse la vuelta para no recibir un balonazo.
Sin embargo, Relaño fue cobarde al no hacer, pese a la
victoria, la crítica necesaria a un portero que falló en los
balones por elevación, tragándose un gol que el árbitro
invalidó porque sí. Aunque por lo bajinis se le oyó hablar
mal de Casillas. Lo cual oculta en su artículo de
ayer, titulado: “A la Eurocopa con los deberes hechos”.
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