El mañana
Existía un problema que los capataces constataron de
inmediato: la poca fuerza o falta de “carne” de los hermanos
costaleros bajo los pasos. Si a ello unimos la inexperiencia
que aún demostraban a la hora de moverse bajo las andas, que
les impedía resolver con soltura los problemas en las
estrecheces de las calles y puertas de los templos, podemos
entender perfectamente que tuvieran que tomarse medidas
urgentes que disgustaron y molestaron a más de uno.
Efectivamente, los capataces, intuyendo un cierto peligro,
especialmente en los pasos de palio, entre otras cosas, por
la excesiva altura de los jóvenes hermanos, optaron por
crear cuadrillas mixtas formadas por algunos hermanos
costaleros y mayor número de profesionales, bien tirando de
los que aún quedaban en Sevilla, bien acudiendo en busca de
ellos a los pueblos limítrofes. No obstante, en la mayoría
de las ocasiones lo que realmente sucedía es que el primer
paso de la cofradía (Misterios, Crucificados o Nazarenos)
era llevado casi en su totalidad por hermanos, mientras que
los palios lo hacían íntegramente por profesionales.
Hay que dejar muy claro que estos hombres reclutados en los
pueblos por los capataces para contemplar la “carne” del
paso no es que fueran mejores costaleros que los hermanos,
simplemente ocurría que eran bastante más fuertes que estos,
entre otras cosas por los duros trabajos que realizaban en
su vida cotidiana y, sobretodo, lo que era más importante,
muchísimo más bajos.
Y así se fueron solventando las cosas de bastante buena
manera hasta que empezaron a surgir nuevos, pero no por ello
inesperados, problemas.
En estos tiempos, próximos a nuestros días, se dieron en el
mundo del martillo y la trabajadora en Sevilla una serie de
circunstancias que conviene estudiar con detenimiento.
Por un lado, pensar que los costaleros neoprofesionales,
seudo profesionales, o como quiera llamárseles, y de los
cuales las cofradías habían prescindido poco tiempo antes,
viendo peligrar su posición de privilegio en la Semana Santa
y, sobretodo, sus suculentos salarios, se estuviesen quietos
y callados ante la nueva situación, era mucho pensar y
bastante improbable. Se organizaron y presionaron lo
indecible para mantener las cofradías que aún les quedaban y
recuperar algunos pasos de las definitivamente perdidas.
Por otro lado, los capataces, más cultos y preparados que
ellos, y también, porque no, mucho más ladinos y astutos,
jugaron la situación a dos barajas. Apostaron sin dudar por
las nuevas cuadrillas de hermanos ya que en ellas veían el
futuro, pero, a la vez, mantuvieron bajo su mando las pocas
que aún quedaban de profesionales “puros”, según la acepción
popular. Algunos llegaron más lejos y, como ya apuntamos
antes, viendo la mala calidad de las cuadrillas de
profesionales y la poca fuerza y experiencia de las de
hermanos, optaron por una solución intermedia inventándose
las cuadrillas mixtas, que no eran sino un “reja” un tanto
desordenado formado por hermanos costaleros que no cobraban
y profesionales de las cuadrillas que aún mantenían de tal
tipo y que, en teoría, deberían de rellenar la falta de
“carne” de los primeros, cosa que no siempre sucedía así.
En tan cargado ambiente para nada era de extrañar que las
tensiones, roces, discusiones y discrepancias de todo tipo
fueran moneda común tanto dentro como fuera de los pasos.
Los hermanos costaleros tenían su razón para la queja ya que
ni de lejos hacían peor el trabajo que los profesionales ni
nada que se le pareciese, y habían perdido ya su calidad y
fuerza hacía tiempo, si es que alguna vez la tuvieron.
Además, estaba el tema pecuniario. Era realmente injusto que
los hermanos costaleros, que pagaban religiosamente la cuota
anual a la cofradía, así como la papeleta de salida el día
de la procesión, encima, no cobrasen el salario justamente
ganado que los profesionales, muchas veces por hacerlo
bastante peor que ellos, si se llevaban a casa. Por eso,
acertadamente, empezaron a marcharse en masa a las
cuadrillas integradas solo por hermanos, bien a las de su
propia cofradía, bien a las de otras, abandonando las mixtas
que, si bien en un principio funcionaron correctamente y
resolvieron en más de una ocasión la papeleta a los
capataces, ya lo habían dejado de hacer y no eran sino un
foco de tensiones.
Un tercer factor a tener en cuenta es precisamente ese: el
de las cuadrillas de hermanos costaleros. Serias,
disciplinadas, ya con técnica y calidad, y en fase de
resolverse el tema de la tan manida fuerza bajo los pasos,
se habían consolidado de manera indiscutible en la Semana
Santa de Sevilla en un tiempo record. Nadie en su momento
pudo ni siquiera imaginarse que tanto y tan notable trabajo
se pudiese hacer tan bien y en tan poco tiempo. Lo cierto es
que así ocurrió.
Ahora, ya imprescindibles estas cuadrillas gratuitas para
las cofradías que, por otra parte, se habían acostumbrado
con gran rapidez y no menos enorme alegría a no pagar
salarios a los costaleros, empiezan, como no, a pedir su
sitio en la Semana Santa. Algo justo y lógico por otra
parte, pues habían resuelto en muy poco tiempo y con gran
brillantez un problema que a las hermandades las traía de
cabeza desde hacía muchos años.
Como quiera que el censo de hermanos se incrementa de forma
muy considerable en las cofradías, especialmente el de
jóvenes, y de manera masiva todos ellos quieren sacar pasos
de Semana Santa, aquellas optan por comenzar a crear hasta
dos cuadrillas de costaleros por cada uno de ellos,
resolviéndose así, de paso, el problema de la falta de
fuerza bajo las andas, que no es tan grave cuando hay
técnica y calidad.
Pero claro, todas las cofradías querían tener cuadrillas de
costaleros formadas por hermanos, y eso no era posible
porque aún no había suficientes. Entonces vuelven a
inventarse otra sencilla solución: dejar a los costaleros de
otras cofradías que también puedan sacar la suya,
solicitándoles solo a cambio que se hagan hermanos. A esto
acceden gustosos los costaleros y se empiezan a dar con
frecuencia casos de sacar tres, cuatro, cinco y, en el colmo
de la fatiga, hasta siete cofradías en la semana. Eso si, en
la mayoría de los casos se les perdona la papeleta de sitio.
Todo el mundo está contento. Los costaleros sacian de sobras
su afición por sacar pasos de Semana Santa, aparte de
aprender a marchas forzadas la técnica y el saber estar bajo
los mismos sin pegarse demasiada paliza, pues, como mínimo,
las andas llevan tres hombres por palo de relevo, cuando no
una cuadrilla entera; las cofradías, ni que decir tiene,
aumentan su censo de hermanos de manera espectacular,
ascienden sus ingresos, disminuyen los gastos y, sobretodo,
los pasos caminan más que bien. La fuerza ahora sobra, la
técnica y la calidad ya no son problema y la disciplina es
férrea. ¿Qué más se puede pedir?
Y, es en este momento, cuando se produce el cuarto y
definitivo factor que acaba definitivamente con los
problemas entre costaleros, capataces y cofradías. La verdad
es que nada más se podía pedir vistos los buenos tiempos que
corrían para todos, pero, claro, tampoco se les podía exigir
a los costaleros profesionales que se estuviesen callados y
quietos ante una situación que les hacía perder cofradías y
pasos año tras año y, por tanto, salarios que, si bien ya no
les hacían falta, tampoco estaban dispuestos a renunciar sin
más a ellos.
Si bien su poder y organización eran ya escasos, por no
decir nulos, en franca decadencia y condenados a desaparecer
de los pasos a no ser que los llevasen gratis, lo cierto es
que aún no habían entregado de manera definitiva la cuchara,
y montan en cólera ante las cofradías y el Consejo General
de Hermandades y Cofradías.
Las cofradías, desde luego, en una situación más que cómoda,
por fin tranquilas, y hartas ya de estos seudo profesionales
que tan mal se lo habían hecho pasar en tiempos pasados, se
niegan de manera firme y rotunda a mantener pasos con
costaleros pagados, ya que, entre otras cosas, los hermanos
y algunos costaleros profesionales, que habían renunciado,
por afición y cariño a su trabajo, a cualquier tipo de
compensación económica, se habían hecho cargo ya también de
los pasos de palio.
Ante la tajante negativa, acuden al Consejo General de
Hermandades y Cofradías con la curiosa petición de que
ningún hermano costalero pudiese sacar durante la Semana
Santa otra cofradía que no fuese la suya (precisamente
ellos, que habían estado sacando durante años todos los días
una, y no por cierto demasiado bien).
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