No podía ser de otra forma. El
domingo por la tarde nuestras carreteras volvieron a ser el
infierno de muchos conductores.
Las grandes ciudades habían tenido un largo trasiego durante
una semana y todos los que habían salido en los últimos seis
o siete días tenían que regresar a sus casas en unas cuantas
horas el domingo.
Esto hizo que, desde las doce del mediodía del domingo hasta
bien entrada la noche, la circulación, en muchas partes del
país, fuera lenta, lentísima, casi a ritmo de caracol.
Y eso que el mal tiempo, en la tarde-noche del sábado hizo
que muchos desplazamientos se adelantaran unas horas o,
mejor dicho, que intentaran adelantarlo, porque en las zonas
en las que había nevado fue “ peor el remedio que la
enfermedad” y muchos de los que pretendían llegar antes se
vieron atrapados en la nieve, sin cadenas o sin saber
ponerlas, que no sé qué es peor.
Y hablando de nieve, tenemos que repetir algo que ya hemos
comentado en alguna otra ocasión aquí y es que en Francia,
en Suiza, en Alemania ..., parece que no nieva nunca, porque
en contadísimas ocasiones hemos visto a cientos de personas
en esos países teniendo que esperar a que llegaran las
máquinas quitanieves, que aquí llegan, pero casi siempre
tarde.
Y no será porque no se ha venido anunciando que desde el
viernes la cota de nieve iba a ser cada vez más baja, pero
aquí las previsiones o no existen o no se sabe prevenir, que
cualquiera de las dos opciones es peor que la otra.
Esto, pues, los muchos desplazamientos y el mal tiempo en
buena parte del país, hizo que el día de Resurrección fuera
tremendamente nefasto para aquellos que pretendían volver
sus casas, tras haber pasado unos días en la playa, en la
sierra o en el pueblo de sus abuelos.
Ahora ya, de nuevo, la calma, la normalidad y el día a día
como las semanas anteriores, pero con una particularidad muy
dolorosa y es que muchos de los que salieron de vacaciones
no han vuelto y ya no volverán más a sus casas.
Los accidentes es el tercer aspecto nefasto de los muchos
desplazamientos. Las prisas, la falta de calma para llegar
mejor, las locuras de algunos, traen ese nuevo cáncer, que
cada año se cobra un gran número de vidas humanas en la
carretera.
Cuando estoy escribiendo, todavía no he visto la última
relación de víctimas en esta “semana de pasión”, pero esos
más de 60 fallecidos en las carreteras es una cifra muy
elevada, por mucho que nos quieran decir que este año han
sido 20, 25 o 17 muertos menos.
Lo que no podemos decir, y a cada uno hay que darle lo suyo,
es que no se ha puesto todo lo posible para evitar estos
accidentes, aunque de poco sirven los muchos controles, los
muchos radares y todo lo que se ponga, si al coger uno el
volante sólo piensa en él, o piensa que él es el dueño de la
carretera, sin respetar a los demás y sin atender todo lo
que representan las normas de circulación.
Sea como sea, con las muchas molestias pasadas, con las
largas colas que hubo que soportar, con todas las otras
cosas desagradables, una semana, como la pasada, merece, y
mucho, tenerla en cuenta y poder vivirla, porque en esos
días se cambia la forma de vivir, dejamos atrás las
costumbres diarias, y por unos días o unas horas parece que
somos otros.
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