Se vienen ya haciendo cábalas
sobre si el delegado del Gobierno, seguirá en su puesto.
Porque fue nombrado por Jordi Sevilla, dicen que con
el beneplácito de Salvador de la Encina, ahora la que
tendrá que decidir sobre el futuro de Jenaro
García-Arreciado es Elena Salgado si continúa
como ministra de Administraciones Públicas, o bien la
persona que ZP decida poner al frente de ese
ministerio.
Es sabido que el ministro nombra como delegado del Gobierno,
salvo recomendaciones superiores, a una persona de su entera
confianza. Y abundando más en el asunto, me atrevo a decir
que incluso hace todo lo posible porque la persona elegida
se parezca mucho al retrato robot que ya le habrán hecho sus
compañeros de partido de la ciudad de destino.
García-Arreciado no ha tenido ningún inconveniente en
propagar que estaría encantado de continuar ejerciendo su
cargo en Ceuta. Lo cual prueba que el onubense no es de los
que tratan de esconder sus deseos con declaraciones
falseadas y con el único fin de confundir al personal. De
ahí que todos sepamos que a él le gustaría mucho, muchísimo,
seguir siendo delegado del Gobierno de esta ciudad.
Una actitud que es digna de encomio. Sobre todo si la
comparamos con la de otros delegados. Verbigracia: la que
mantuvo Jerónimo Nieto. El cual parecía aburrirse en
Ceuta más que Carlos Orúe: ese entrenador que también
ha contagiado su bostezo crónico a los jugadores del
Portuense.
Por consiguiente, a mí me parece que el titular de
Administraciones Públicas –cualquiera que sea- debiera
mantener a García-Arreciado en su puesto. En principio,
porque es muy importante que el delegado del Gobierno
manifieste, cada dos por tres, que tiene intacta todas sus
ilusiones para seguir trabajando en esta ciudad. A pesar de
que es tarea tan difícil como ingrata. Lo cual evidencia que
el político onubense, y mira que le han zurrado la badana,
no suele acoquinarse en ambientes enrarecidos. Luego, y como
algo más que importante, ha de aprovecharse el conocimiento
que de la ciudad ha ido adquiriendo García-Arreciado. De la
ciudad y de su gente. Con lo que se evitaría la llegada de
una persona que tendría que ponerse al corriente de muchas
situaciones que tardaría en comprender.
Lo dicho es algo que, por supuesto, conoce perfectamente De
la Encina. Así, lo lógico es que trate de poner su
influencia al servicio de la continuidad del delegado del
Gobierno. Y que juntos, además de proseguir trabajando en
pos de esa ya cacareada resurrección del socialismo en
Ceuta, ayuden a que Juan Vivas consiga sacar a flote
su proyecto urbanístico.
Otra forma de actuar, es decir, la de evitar, en la medida
que puedan, el progreso de la ciudad, a fin de que Vivas no
se eternice en el cargo, es hacer una política de
chiquilicuatre. Una política cuyo ejemplo más palpable lo
vemos todos los días con los procedimientos empleados por
los dirigentes de un partido, extraparlamentario, con siglas
gastadas por los reiterados y sonados fracasos.
García-Arreciado y De la Encina están más que capacitados
para, una vez sosegada la pasión de la campaña electoral,
actuar de forma inteligente y desprendida. Y les dará
resultados apetecibles.
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