Menos mal que hoy, por el domingo,
el sol vuelve a calentarnos un poco y nos permitirá salir
para curiosear por la ciudad aparte de pasear. Tal vez
presencie el paso de la controvertida resurrección.
Tal vez agarre el coche, que el pobre anda abandonado en una
calle sin que me acerque a acariciarlo, y me de una vuelta
por los montes ceutíes y de paso llevo al niño a que se
divierta en y con la naturaleza.
Hablando de coches, ahora resulta que los estrategas de
Tráfico, con mi amigo Josep Pérez Moya, director del Server
Català de Tránsit, a la cabeza, están estudiando nuevos
métodos para exprimir el bolsillo de los conductores y así
poder dar salida a una cuestión monetaria: los sueldos y
primas de los funcionarios de tráfico.
Al paso en que quieren imponernos los límites de velocidad,
tendremos que seguir detrás del quelonio. Digo esto porque
tendremos que acostumbrarnos a llevar el coche a la
velocidad de las tortugas si no queremos que nos empapelen
con multas a troche y moche.
La experiencia que proponen ahora, menos mal que por estas
tierras no es posible, ya se probó en la capital del Reino
por el director de la Dirección General de Tráfico, Pere
Navarro, concretamente en la A-1. El invento se trata de
controlar la velocidad de un vehículo en un tramo
determinado de 10 o 12 kilómetros y así establecer la
velocidad media del mismo con lo que se averigua la
velocidad en que iba antes de efectuar el frenazo al divisar
el radar de turno.
De momento, Pérez Moya no tiene prisa en sancionar, sólo
hará una experiencia… pero sancionará de todos modos aunque
tenga el precedente de lo ocurrido en Madrid. Ese precedente
consistía en que Pere Navarro se encontró en su mesa del
despacho de la DGT con una montaña de cartas e informes
jurídicos contradictorios en los que le advertían que la ley
exige que para imponer una sanción ha de especificar el
punto kilométrico exacto de la infracción. 10 o 12
kilómetros es demasiado difuminado para sancionar. Por eso,
Pere Navarro aparcó el asunto.
Bien está que se limite la velocidad a unos topes razonables
si ello evita accidentes no deseados nunca. Pero la
exageración prima ahora en las disposiciones de tráfico
sobre los límites de velocidad. Una exageración rayana en la
tortura psicológica del conductor, sobre todo de quienes
tienen cacharros muy potentes y caros, exageración infundada
al querer poner unos límites ridículos en autovías y
autopistas libres de obstáculos.
Bien está que ponga los límites dentro del casco urbano de
manera que no den ni un susto a los viandantes… pero lo
lógico sería que estos, los viandantes, respetaran también
las normas de circulación. Muchos no respetan los semáforos,
cruzan por donde le dan la gana y a veces se ponen a hablar
con un conocido en medio de la calle. Así van y viene
accidentes… pero poner límites fuera del casco no es de
recibo. A nadie le interesa ni le agrada circular a menos de
80 km/h por una inmensa y larga autopista, donde ir a 120 km/h
no es ningún riesgo. Que esos límites se pongan en las
carreteras normales vale, pero ¿en autopistas?
Lo que ya tengo asumido es que la velocidad media de los
vehículos en Ceuta es de 10 km/h y para ello no necesito el
coche. Andando llego antes y me ahorro el problema de buscar
aparcamiento de tan saturada está la ciudad de vehículos. Un
parque móvil enorme en un territorio de 19 km² da una
impresión desagradable. Por suerte para mí, he encontrado un
sitio en la península donde dejaré el coche bien guardado,
ya que aquí no lo necesito y allá, al otro lado del charco,
si me hace falta.
El invento de mi amigo Pérez Moya, si se lleva a la
práctica, dará mucho que hablar, primero porque humillará de
manera sublime a los conductores cuyos vehículos aspiren al
récord de velocidad en el tramo controlado: la matrícula de
su vehículo aparecerá en un gran plafón luminoso al final
del recorrido marcado con la advertencia de que circula a
mayor velocidad de la permitida. El escarnio público está
servido. Y segundo, pese a que ahora diga que no sancionará
de momento, implica un aumento de las sanciones y con ello
más puntos desaparecidos del carné de conducir.
Asistimos al nacimiento de un Estado controlador de nuestras
vidas: desde que nacemos ya estamos controlados… ¿es esto
democracia?
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