Quedó atrás la Semana Santa, una
semana más que transcurre con los hechos de cada año:
procesiones, accidentes, ataque terrorista mediáticamente
maximizado y declaraciones fuera de lógica.
Mientras tanto, me dedico a ver disfrutar a mi hijo pequeño
en el parque aunque el viento esté soplando con fuerza.
Estamos en un marzo que cumple su cometido, marzo ventoso.
Por lo que no hay lugar a las quejas.
Hoy día la ciencia está en un punto muy avanzado sobre
investigación y continuará avanzando a lo largo de los días
que pasan. Esto viene a cuento porque las declaraciones de
un señor obispo, bueno arzobispo, sobre la muerte de
Jesucristo están tan desfasadas en cuanto al tiempo y al
espacio.
El señor arzobispo, de Navarra nada menos, pregunta si
alguien puede decir que la de Jesús no fue una muerte digna…
yo, dentro de mi humilde opinión, respondo al señor
arzobispo de Navarra que la muerte de Jesús no fue nada
digna, fue ominosa, azarosa, abominable y vitando. Fue una
muerte en que la cobardía estaba presente en todo momento,
ya sea por los romanos, por los judíos como por los
supuestos neocristianos y hasta del propio Jesucristo.
Se actuó con Jesucristo los mismo que los norteamericanos,
sí esos de los EE.UU, actuaron en la prisión de Abú Graib.
Manipularon los conceptos con los que le acusaron al final,
torturaron su cuerpo hasta la agonía y lo clavaron en la
cruz como a un vulgar delincuente común… ¿Es eso digno?,
menos aún cuando nadie, ni él mismo Jesucristo, salió en su
defensa.
La muerte es un hecho innegable como colofón en el
transcurrir de la vida de las personas humanas, de las
divinas es imposible discernir absolutamente nada, y tarde o
temprano nos llega a todos por igual. Otra cosa es la forma
de morir, una forma que no por esperada es menos previsible.
Esa afirmación, del señor arzobispo que además es emérito,
de que “…Jesucristo miró a la muerte cara a cara, con
confianza, la aceptó con amor y la vivió descansando en los
brazos del Padre Celestial.” La considero como una opinión
más de una persona humana como yo, de carne y hueso y con
cerebro desarrollante de tesis fundadas en el terror. Una
opinión extrapolable a todos los suicidas habidos y por
haber, que miran la muerte cara a cara aunque la aceptan por
cobardía, odio o temor. Eso de que la vivió descansando en
los brazos del Padre Celestial se contrapone con lo que,
según la interpretación del Nuevo Testamento que hace la
Iglesia, exclamó el propio Jesucristo poco antes de morir:
“¡Dios mío! ¿Porqué me has abandonado?”. Además, la
afirmación de que murió por salvarnos a todos nosotros me
parece una somera tontería. Los muertos no pueden hacer
absolutamente nada por los vivos. Ni siquiera remover los
cerebros. Sólo los vivos hacen cosas a los otros vivos.
Incluso removiéndoles el cerebro.
Le recuerdo al señor arzobispo que en tiempos de Jesucristo
no existían fármacos como los de hoy, fármacos que alivian
la agonía de los enfermos terminales que no tienen porqué
imitar al Cristo. Y que no tendrían que ser mantenidos con
vida si al final acaban muertos, por algo se llaman enfermos
terminales. Otra teoría desfasada: Jesucristo SÍ TUVO
CUIDADOS PALIATIVOS como por ejemplo la esponja empapada en
agua y vinagre que un decurión le ofreció, las palabras y
caricias de su madre y de su esposa Magdalena…, en fin, si
nos asentamos en aquella época podríamos comprobar que ya
existía la eutanasia: el intento del otro decurión romano al
clavarle la lanza en el costado con lo que pretendía acortar
la agonía del crucificado. Lo que pasó, si nos atenemos a
las explicaciones del Nuevo Testamento, fue que el
mencionado decurión de la lanza era tan “cazurro” que
confundió derecha con izquierda y así prolongó la agonía al
clavarla en el costado derecho, cuando en realidad buscaba
el corazón.
Aunque lo cierto es, probado científicamente, que en aquella
época se acortaba las agonías de los condenados a muerte con
la rotura de las piernas a base de golpe de maza. Con ello,
por efecto de la gravedad, el cuerpo se derrumbaba y al
estar atados o clavados por las muñecas provocaba asfixia de
inmediato por opresión de los pulmones.
Para terminar… ¿cómo se le ocurre al señor arzobispo
comparar la muerte de Jesucristo con la de un simple humano?
Jesucristo es leyenda, su vida y hechos están escritos a
conveniencia de unos y otros… los humanos no tenemos porqué
soportar tremendos dolores si sabemos que vamos directamente
a la muerte. Prolongar la vida a un moribundo se llama
SADISMO.
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