Mis queridos diocesanos: ¡Feliz Pascua de Resurrección 2008!
¡Cristo ha resucitado y Cristo vive! La Pascua de
Resurrección nos hace estallar de gozo. Alegría es lo
verdaderamente nuevo. Irradiar alegría, esperar contra toda
esperanza, sonreír en medio de la prueba. Vivir el gozo
indescriptible e inenarrable de Cristo resucitado y vivo en
medio de nuestro quehacer cotidiano.
Vivir la Pascua es estar en tránsito permanente hacia la
verdadera alegría y es a la vez contagiar al mundo, a este
mundo concreto, en ocasiones sumido en la tristeza, de la
verdadera alegría que mana de la vida de Cristo resucitado.
Considero que es necesario que cada uno de nosotros, con
nuestro tránsito pascual, nos asociemos al gran “paso”, al
gran “salto” de todo el pueblo de Dios. Cristo, la cabeza,
ya ha pasado; ahora cada miembro de su cuerpo místico tiene
que ir pasando. A imagen suya, cada uno tiene que “saltar y
“pasar” de este mundo al Padre. La resurrección de Cristo es
la garantía de nuestra futura resurrección.
Nosotros cada día vamos muriendo y resucitando. Cada Pascua
hace posible que, por la fuerza del Señor, podamos vivir y
morir de un modo pleno y con auténtica alegría.
Cada Pascua es como un nuevo lanzamiento a la misión.
Nosotros, los cristianos del siglo veintiuno, tenemos que
vivir como resucitados. Vivir como resucitados entraña dos
cosas fundamentales: llevar consuelo y alegría, y promover
evangelizadores. El hombre resucitado lleva la alegría de la
resurrección a los que están llenos de terrores y de miedo,
desencanto, desánimo y desesperanza. La desesperanza es
peligrosísima porque es lo más opuesto a la resurrección. Al
hombre resucitado le sobra todo, mientras que el desesperado
lo necesita todo porque va a ser su consuelo. Cuando se vive
como resucitados vamos buscando al creyente para acrecentar
la fe. Cuando se vive como resucitado vamos procurando
suscitar la fe donde no existía nunca o donde se quebró.
¡Vivamos como resucitados!
La resurrección de Cristo es despertar a una vida nueva y
distinta, a otra manera de ver la vida, y por tanto a otra
forma de interpretar las personas y las cosas que existen en
la vida; llegar a vivir como resucitados es llegar a lo que
llamaríamos el núcleo, la esencia de lo que es la vida que
Dios nos ha regalado a cada uno de nosotros. Lo importante
exclusivamente para el hombre resucitado es la
evangelización, llevar la Buena Noticia del Evangelio. Eso
cubre totalmente la existencia. ¡Vivamos, pues, como
resucitados! ¡Vivamos como hombres nuevos y llenos de
esperanza!
¡Os deseo una feliz Pascua de Resurrección!
* Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 19 de marzo de 2008
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