La Semana Santa, más que Semana de
Pasión y de recogimiento, se ha convertido en unas fechas
esperadas siempre por quienes necesitan dirimir problemas
enconados bajo la máxima de la amenaza que siempre
perjudicará a terceros (Ojo: el derecho a la huelga es
inalienable. Por si acaso).
Cuando se celebra precisamente el período sagrado del
cristianismo, tradición cumbre, es ya costumbre también que
surjan las discusiones encarnizadas entre patrones y
obreros; ya sean los concernientes al gremio de Hostelería;
ya al de Transportes en cualesquiera de sus modalidades; ya
a los de la recogida de basuras... Es el momento preferido
por los trabajadores para defender sus intereses. Por
razones obvias. Y de ahí que asistamos a ese juego donde
“los patrones no quieren dar nada y los obreros quieren
tomarlo todo”.
En Ceuta, las conversaciones entre las empresas que
gestionan la limpieza de la ciudad y sus operarios han
concluido felizmente. Al final, ha sido la Ciudad (?), para
evitar la hediondez que se hubiera apoderado de las calles,
la que ha tenido que tirar de faltriquera. Leo que las
reuniones se han mantenido en un salón perteneciente a
Comisiones Obreras. Y los recuerdos, de épocas pasadas,
relacionados con los chanchullos de la basura, me han venido
a la mente. Y es que la recogida de basura ha sido, en
Ceuta, motivo de discordia permanente y de anécdotas
vergonzosas, tipos patio de Monipodio; gracias a las
denuncias que se hacían de concejales que trincaban por
favorecer la contratación de cierta empresa, perjudicando a
otras.
Me da la risa, todavía, cuando recuerdo a aquel concejal,
que estando reunido en un salón de los bajos del entonces
Hotel La Muralla, con un delegado de la empresa a la cual se
le había adjudicado la gestión de la limpieza, salió
corriendo, como alma que lleva al diablo, al verme a mí con
una cámara en ristre para inmortalizar el momento. Testigo
de aquella escena, esperpéntica, fue Jesús Cordero. Y
es que el hombre, el concejal, estaba pactando una suma de
dinero para poder ayudarse a comprar un piso en sitio
céntrico. Y lo hacía sin saber que el delegado de la
empresa, que se había echado ya dos chivas al coleto, nos
había puesto al tanto de lo que se iba a tratar en aquella
cita.
También esta semana, como no podía ser menos, hemos vuelto a
presenciar los llantos de cofrades por mor de la lluvia y el
consiguiente disgusto porque sus imágenes no habían podido
transitar la calle. Aunque en este caso, no cabe echarle la
culpa a patrones y trabajadores. Si bien la cosa tiene
arreglo: dado que en marzo suele hacer mal tiempo, por qué
no cambiar las fechas para que las imágenes luzcan con todo
su esplendor.
En cuanto a la subida de los billetes de los barcos, me
parece un debate que está ya muy visto en esta ciudad.
Cuántas palabras vanas se gastan en estas fechas, desde
tiempo inmemorial, para luego seguir dejando el camino
expedito a los grupos de presión que tienen la llamada
“autopista” del Estrecho como un negocio donde ganan pasta a
tutiplén y que les permite, emboscados en lo que llaman
liberalismo económico (aunque Acciona esté subvencionada),
repartir prebendas entre quienes deberían, según Ramón
Ros, adoptar ya una postura firme al respecto. La Semana
Santa es Semana de Pasión. Pero por todo lo dicho.
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