En esta vida todo llega y todo
pasa. Nuestra Semana Santa llega a su punto final aunque
muchos de esos miles de ceutíes que aprovecharon la misma
para irse de vacaciones, apurarán hasta el último suspiro de
mañana para regresar a casa. Todos querrán volver a la misma
hora, es decir coger el último barco y volverá a pasar lo
que sucede, en estos casos, cada año, los problemas que se
encuentran en el puerto de Algeciras, donde todos quieren
embarcar al mismo tiempo. Cosa del todo punto imposible
porque los barcos, entre otra cosa, no son de chicle y
tienen las plazas limitadas Y de nuevo, como es habitual,
criticas a la navieras por no poner más barcos. Así son las
cosas, un año y otro, y nada ni nadie las va a cambiar.
Cambiar esa costumbre que tenemos todos de aprovechar hasta
el último suspiro nuestra estancia en la Península, sería
tanto como querer cambiar que, cuando llegan esas fechas,
Ceuta se quede medio vacía y usted encuentre, en cualquier
esquina de nuestra tierra, una cafetería para desayunar. Hay
cosas que con el paso del tiempo se vuelven tradiciones, y
ya se sabe que las tradiciones no hay formas de cambiarlas.
Auque algunas tradiciones, la verdad sea dicha, con cierto
arraigo popular, han ido desapareciendo, siendo engullidas
por la vorágine de la vida moderna. Más que nada porque esas
tradiciones están caducas en el tiempo y han quedado
trasnochadas, por no tener razón de ser en los momentos
actuales. Por ejemplo, ese día en el que, cuando uno era
niño, decían que el Señor había resucitado, cogíamos unas
pocas de latas las amarrábamos a una cuerda y corríamos por
nuestra calles arrastrándolas haciendo un ruido enorme.
Durante muchos años fue una tradición pero que, hoy día, no
tiene razón de ser
Otra de esas tradiciones antiguas que, en la actualidad,
sería imposible llevar a cabo era que el Viernes Santo, día
en que se conmemoraba la muerte del Señor, los coches no
circulaban por nuestras calles, guardándose un silencio
absoluto. Hay que tener en cuenta que, en aquella época, no
era nada difícil llevar a cabo esa labor de que los coches
no circulasen por nuestras calles, debido a la escasez de
parque móvil que había. Sólo los más adinerados del lugar,
tenían coche y no todos, la verdad sea dicha.
Hoy, debido al enorme parque móvil que existe, en nuestra
tierra, sería poco menos que un milagro, llevar a cabo que
ningún vehículo circulase por nuestras calles. A eso hay que
añadir que vivimos en una época diferente y con unas
costumbres diferentes que todos debemos respetar.
Lógicamente el avance experimentado en la forma de vivir, ha
dejado atrás muchas de esas tradiciones que, por otra parte,
debido a su forma, no tiene razón de ser en los momentos
actuales. Son tradiciones, de otra época, de otros momentos
de la vida, a la que la vida misma, en su avance inexorable,
ha dejado en el olvido.
Hoy aquella forma de vivir y entender la Semana Santa, sólo
ha quedado en el recuerdo de los que tuvimos la oportunidad,
siendo niños de vivirla. Algo que, sin discusión alguna,
forma parte de nuestras vidas y que, siempre, vivirá en
nuestros recuerdos.
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