Me encontré en uno de los bares de
nuestra ciudad, uno de los más señoriales, con un “viejo”
amigo barcelonés aunque ceutí de nacimiento y corazón. Este
amigo pasó por un amargo trance que a punto estuvo de
costarle la vida, hoy puede contarlo gracias a los médicos y
a las técnicas sanitarias del Hospital del Mar, uno de los
mejores de Barcelona. Poco después me encuentro con el
presidente de la Casa de Ceuta en Barcelona, Rafael Corral,
que ha venido como cada año para presenciar las procesiones
de Semana Santa y ver, de paso, a su espléndida hija
desfilando con el Señor de Ceuta.
En estos momentos en que estoy presenciando la procesión del
famoso encuentro, que en mis tiempos juveniles se celebraba
los miércoles, en la carrera oficial un poco escorado a la
izquierda de donde se sienta Vivas, en un obsoleto trono de
oropel, me viene a la mente las declaraciones de quién fue
el peor presidente del Gobierno de nuestro país: José María
Aznar. Declaraciones sin pudor, dignas de alguien tocado del
ala, sobre su reconocimiento de que volvería a defender la
invasión.
Si después de toda la atrocidad cometida, y que se sigue
cometiendo, con un pueblo entero del que han muerto más de
un millón de personas humanas y más de dos millones se han
refugiado en Estados vecinos, según dice Aznar, que “aunque
no es idílica la situación, es mejor que antes de la
guerra…” es digno de figurar en los anales de frases
pronunciadas en los centros psiquiátricos.
Toda una tragedia humana y todo un desastre han producido en
Irak esa guerra ilegal, que en realidad es una invasión
agravada por la piratería para apoderarse del oro negro, que
pinta un futuro muy negro al país.
Aunque sabíamos que Sadam Hussein era un dictador que negó
al pueblo la libertad de expresión y de movimiento, al menos
no mató a un millón de personas humanas. Si la teoría del
trío de las Azores se basaba en esa tiranía y en llevar la
democracia al mundo… ¿Por qué no se enfrentan a China, Cuba,
Rusia, Corea del Norte, Arabia, Irán, etc. donde todos sus
jefes son dictadores totalitarios y donde se pisotean los
derechos humanos sin pudor?
Las palabras de Aznar en nada justifica una guerra ilegal
basada en intereses económicos y políticos, además apoyada
con y sobre mentiras, que han dado como resultado crear una
zona inestable y la más peligrosa del mundo.
No aceptaré las críticas que se viertan sobre ésta opinión
acerca de que los socialistas hacen lo mismo. No es lo mismo
participar en acciones promovidas por la ONU, acciones por
otra parte de defensa y colaboración por razones
humanitarias, que realizar guerras ilegales por acuerdos
personales entre presidentes insolidarios. La diferencia
entre estos conceptos es abismal, así que no hagan
comparaciones gratuitas movidas por el deseo que colocar a
Aznar en la peana de los santos.
Obviamente ningún presidente de Gobierno puede ser perfecto,
son humanos y como tales tienen sus defectos y sus virtudes,
pero todos tienen un concepto preestablecido de cómo
gobernar un país, no cómo llevarlo a la ruina participando
en batallitas ajenas y destrozando otros países. Con guerras
no se llega jamás a la democracia, a la libertad de
expresión ni al movimiento libre de las personas.
Cuando llegue el momento menos esperado, España tendrá que
responder sinceramente a la pregunta del por qué aquella
invasión ilegal de un país soberano y la triste fama que han
endosado a Aznar no se la quitarán jamás junto a los otros
dos, siendo conocidos en muchos sitios como el sanguinario
bandolero Ansar, el criminal cuatrero Bush y el horrible
Blair el destripador. Un trío formado en las Azores bajo la
atenta mirada del que hoy es presidente de la Comisión
Europea.
Mientras todo eso se cuece en los mentideros de los medios
de comunicación mundiales, ayer (por el martes) presencié un
descafeinado Encuentro en el que, es mi opinión, sobraba el
desfasado sonido del “Novio de la Muerte” y pude observar la
mirada conmiserativa del Nazareno hacia el piquete que le
custodiaba y que representa al escuadrón de romanos que lo
conducían a la muerte. Nunca entenderé a una parte de mi
propio pueblo que expresa su admiración hacia quienes
mataron a la imagen más representativa del cristianismo
mundial, imagen que representa el amor y la paz, como una
mórbida postura de admiración a quienes matan sin
sentimiento alguno. Los romanos que custodiaron y mataron al
Cristo eran legionarios… ¿no te jode?
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