Un banderillero de Juan
Belmonte llegó a ser gobernador. Y preguntado el Pasmo
de Triana por cómo su subalterno había sido capaz de ocupar
esa posición, respondió con su más que reconocida sutileza:
“Pues ya ve usted, degenerando”.
Degenerando ha llegado también el Madrid a ser dirigido por
José María Gutiérrez, Guti. De no ser así, es decir, de
no haber perdido el equipo blanco sus cualidades primitivas,
nunca habría sido posible que se produjera hecho tan
lamentable.
La verdad es que han tenido que darse circunstancias
negativas y favorables al futbolista, para que Schuster,
tras muchas dudas, terminara por hacerle caso a la prensa de
Madrid y le diera el mando del conjunto a un jugador
lastrado por varias y poderosas razones para no merecer
tamaña distinción.
Ningún entrenador del Madrid, antes de ahora, ni siquiera
Vicente del Bosque, gran conocedor de la formación de
Guti, se atrevió a tanto. Precisamente Del Bosque fue el
único que supo sacarle el mejor provecho cuando, durante un
tiempo y por necesidades imperiosas, lo situó como falso
delantero. Y a fe que entonces destacó por su visión de pase
en los últimos metros y por sus goles. La pena es que, de la
noche a la mañana, Guti desapareció de esa posición y a
partir de entonces jamás ha vuelto a ser rentable para su
club.
Yerran quienes se empeñan en colocar a Guti en el medio
terreno, zona vital del campo. Y los errores aumentan al
concederle los galones de director de orquesta. Porque el
ritmo de juego que impone Gutiérrez está pasado de moda. Así
no se juega ya en ninguna parte del mundo. De qué vale que
el futbolista organice en el césped su particular ‘rondo’,
si ello le priva al Madrid del factor sorpresa en ataque, al
concederle al rival la posibilidad de que se pueda defender
en bloque. Y le sirve, además, a los contrarios para
dosificar esfuerzos.
Los fanáticos del fútbol de Guti no cesan de alabarle la
visión de juego que atesora. Y están prestos a cantar las
excelencias de sus pases. Aunque haya que perdonarle diez
entregas imprecisas, y comprometedoras para su equipo, antes
de que acierte con una y que el delantero la convierta en
gol. Irritable, malencarado con los árbitros, perezoso, poco
sacrificado y con un bajo sentido de la responsabilidad, es
la criatura mimada de ese todo Madrid donde ser de Guti se
ha convertido en un signo de distinción de clase. Lo único
que le falta a esa gente es ir al Bernabéu con el ramito de
romero en una mano como otrora iban a las Ventas del
Espíritu Santo a ver a Curro Romero.
Y lo peor del caso no es que el entrenador del Madrid haya
claudicado ante la presión de cuantos piensan que Guti es un
genio, no; lo peor es que lo saca de principio y encima lo
sitúa por delante de Sergio Ramos o Torres,
cuando éstos juegan en la banda derecha. Es decir, lo coloca
en una zona peligrosa para que actúe a pierna cambiada y muy
lejos del área adversaria. Desde que Guti juega en esa
posición, el Madrid no sólo ha perdido su capacidad de
contraataque sino que todos los goles que viene encajando,
al margen de que Casillas siga fallando en el área
pequeña, proceden de centros desde ese lado. Ahí están los
vídeos para comprobarlo. Eso sí: Gutiérrez, además de tener
bula, tiene suerte: lo han renovado como si fuera un grande
entre los grandes.
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