Esta Semana Santa es de las que
tienen que entrar en el recuerdo perenne a la fuerza.
Entrará en mi recuerdo por ser la única Semana Santa que me
quedo en casa. Sin embargo, si hubiera decidido salir a la
península me habría encontrado con la putada que nos hacen
las compañías navieras encargadas de hacer el puente sobre
el Estrecho.
Las de veces que he cruzado el “charco”, a unos precios de
maravilla, durante el invierno seguramente se transformarán
en recuerdos de unos días lejanos en que podía ir en coche
por la península sin que mi bolsillo se resintiera en
demasía. Con los precios que ponen hoy en día, precios de
conveniencia entra las cuatro compañías, ya se pueden
esperar sentados. Por primera vez y sin que sirva de
precedente (andan en juego intereses de todos los ceutíes)
estoy totalmente al lado de Yolanda Bel para poner en su
sitio a las navieras. El paso del Estrecho se ha convertido
en un crucero de lujo carísimo.
Mientras me quedo en casa, preparándome para asistir a las
procesiones, en Barcelona andan liados con la manta a causa
del desastre ocurrido por la explosión de gas, el edificio
donde ha ocurrido el suceso está cerca del local de la Casa
de Ceuta en Barcelona, y los conductores de la empresa
municipal siguen empeñados en su particular huelga… los
peperos hacen reflexión de conciencia y se preguntan qué
pasó en las elecciones.
Escribiendo de los peperos no deja de ser anecdótico que el
ex portavoz Eduardo Zaplana siga empeñado en las tesis que
llevaron a la derrota a su partido. Ahora declara que el PP
votará en contra de la investidura de Zapatero porque la
oposición está para censurar. Esa tesis de votar siempre en
contra de su partido no hará daño al presidente en funciones
del Gobierno, hará daño a España entera. Eso de que ahora
será diputado “raso” es lo de menos, pero declarando que
tratará de dignificar la labor del mismo, que considera un
trabajo importantísimo, quedará patente en la continuación
de los gritos y pataletas contra los socialista como han
venido haciéndolo durante esos cuatro años de la pasada
legislatura.
Cabe destacar que existe juego sucio en el tema de los
Guardias Civiles acusados de abandonar hasta morir ahogado a
un inmigrante. Difícilmente puedo creer que los Guardias
Civiles implicados en ese hecho hayan procedido de la manera
en que lo relatan las acusaciones. ¡Si se pasan todo el
tiempo salvando vidas! Por otro lado, ignoraba que los
inmigrantes vinieran con chalecos salvavidas bajo la
“butaca” del cayuco. Cada vez más refinados.
Tiempo atrás publiqué, en otro rotativo, la necesidad de
hacer retornar a los inmigrantes de manera inmediata en los
mismos medios con los que pretendían entrar en España. Hoy
sigo insistiendo en ello: la devolución ha de ser inmediata,
sin necesidad de hacerles “papeles” provisionales. Dejarlos
en territorio español más de un día implica que alcancen el
derecho a quedarse por arraigo, aunque sea a las rocas del
puerto.
Sin embargo, no podemos negar que esos inmigrantes luchan
por un ideal, que les lleven a mejorar ostensiblemente su
situación personal respectiva, y tenemos el deber de
comprender el alcance de su odisea. Pese a ello, no podemos
aceptar que nos invadan impunemente un día sí y otro
también, sin conocer sus verdaderas intenciones.
Puede ser que cualquier día vengan, en plan inmigrante, todo
un ejército de asesinos y brutales soldados, protagonistas
de sangrientos episodios de matanzas en tierras africanas
hoy revueltas y planten sus reales en cualquier rincón de
nuestra nación produciendo la consiguiente alarma social.
Por si no tenemos bastante con los rumanos y colombianos,
las estadísticas establecen sin remisión que son los que más
protagonizan las páginas de graves sucesos del país,
tendremos que soportar una serie de “varillas” subsaharianos
que resultan un espanto cuando se los encuentran de noche.
Aparcar el coche en lugar poco iluminado y ver aparecer de
pronto un par de ojos con una boca de dientes más o menos
blancos, puede hacer paralizar a uno el corazón del susto.
Hoy presenciaré, una vez más, el encuentro entre Madre e
Hijo. El espectáculo merece la pena y así lo mostraré a mi
hijo pequeño, aunque no responderé a sus curiosas preguntas
del por qué de eso. Realmente ignoro el porqué del
encuentro, si en la Historia no viene nada de eso, lo único
que relata es lo de la Verónica.
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