La última campaña de caza ballenera en el Estrecho de
Gibraltar fue en el año 1954, dado el agotamiento progresivo
de las poblaciones de rorcuales y cachalotes.
En España, a finales de los años 40, la empresa Industrial
Ballenera explotaba la factoría de Benzú, además de las
gallegas de Caneliñas, O Salgueiron y Portiño de Morás.
Igualmente, en el Golfo de Cádiz operaba la Ballenera del
Estrecho, con base en Algeciras. Esta última dispuso
inicialmente de dos barcos balleneros, el Pepe Luis y el
Antoñito Vera.
En 1975, Greenpeace inició sus campañas internacionales en
defensa de las ballenas al interponer una de sus lanchas
entre un ballenero ruso y el animal que pretendía cazar.
Finalmente, en 1986 la CBI declaró la moratoria
internacional sobre la caza comercial de ballenas, ante los
apabullantes datos que mostraban la reducción de las
poblaciones hasta niveles próximos a la extinción en algunos
casos. Se calcula que entre 1929 y 1979 se mataron más de
dos millones de ballenas en los mares del mundo.
Turismo ballenero
Según un estudio sobre el impacto socioeconómico del
avistamiento de cetáceos realizado por el grupo de
Conservación, Información e Investigación de Cetáceos
(CIRCE) por encargo de la Junta de Andalucía en 2007, esta
actividad generó casi cinco millones de euros al año sólo en
venta directa de billetes, implicando a 24 embarcaciones.
El Estrecho de Gibraltar y la bahía de Algeciras son las
zonas donde más se practica en la península, con diez
embarcaciones y tres millones de euros de beneficios.
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