Un sol de junio y la leve brisa de una tarde primaveral
permitió que la Hermandad de Penitencia y cofradía de
Nazarenos del Dulce Nombre de Jesús en su Entrada Triunfal
en Jerusalén pudiera mostrar sus imágenes a los miles de
ciudadanos congregados a las puertas de la Iglesia de San
Bernabé, en el barrio de Manzaneda. Fue un comienzo emotivo,
puesto que se recuperaba la moral perdida el año pasado en
el cese por la lluvia. No faltó ni la saeta, interpretada
por el Niño Amaya a la salida de la Virgen de Palma.
Y las previsiones metereológicas se cumplieron. Dichosos
Instituto Nacional de Metereología y dios Eolo, que
permitieron disfrutar de la salida de la Hermandad de
Penitencia y Cofradía de Nazarenos del Dulce Nombre de Jesús
en su Entrada Triunfal en Jerusalén, de la Iglesia de San
Bernabé en la barriada de Manzaneda. Eran las cinco y media
de la tarde y el restallar de los tambores a lo lejos ya
hacía sentir vibraciones en la columna vertebral. Los rayos
solares caían en lateral sobre el contorno de la fachada de
la Iglesia de San Bernabé, bañada en tono salmón y
parapetada por un intenso azul del cielo.
Precisamente fue este azul el que este año permitió la
salida de la cofradía, que, tras el cese del año pasado por
el mal tiempo, hizo que sus miembros vivieran la última
semana de preparativos “en la más absoluta intranquilidad”,
según comentó el Hermano Mayor de la Cofradía, Eusebio
Belmonte, que lució un rostro jubiloso cuando los 90
magníficos costaleros sacaron a lomos a las figuras,
acompañado de 110 músicos, 14 acólitos, 70 nazarenos de cara
tapada y una veintena de niños vestidos hebreos.
La jornada comenzó temprano, por la mañana, para poner a
punto a la compañía y dar por zanjados los últimos
preparativos. Eusebio Belmonte que se encuentra en su primer
año de Hermano Mayor y que parecía tranquilo al teléfono,
comentó que entre los miebros de la Hermandad se respiraba
una “calma tensa”. Y es que son momentos en que los nervios
están a flor de piel tras un año de preparación y esperanza
con los ojos puestos en el cielo esperando buen tiempo. Aún
quedaba en la retina el recuerdo amarga del pasado uno de
abril, momento en que la Venerable Hermandad de Penitencia y
Cofradía de Nazarenos del Dulce Nombe de Jesús en su Entrada
Triunfal en Jerusalén, Nuestro Padre y Señor Orando en el
Huerto, Madre de Dios de la Palma y San Juan Evangelista,
tuvo que dar marcha atrás y volver al templo por amenaza de
lluvia.
Salidas del templo
Esta vez la hermandad puso sus dos pasos en la calle,
envueltos por una leve brisa de tarde de verano, bajo el
justiciero azul del cielo y bañados por un mar de aplausos,
ejecutados por una multitud que se contaba por miles,
totalmente entregada.
Al grito de “todos por igual, mis valientes”, el palio de
Cristo se levantó como alzado al cielo, y atravesó el suelo
de gravilla del polideportivo de Manzanera con el paso firme
del que ha memorizado esos escasos 50 metros con más de un
año de ensayos nocturnos, en noches frías a la salida del
trabajo. Y es que la Semana Santa es sacrificio durante 364
días, más uno de recompensa que vale por todas las horas
invertidas en la devoción y en la fe.
Justo antes de salir a la avenida de Virgen de Otero, un
rayo de sol se coló entre dos edificios y fue a impactar
contra el palio plateado y, en ese momento, el misterio cesó
en su movimiento. Le tocaba salir a la Virgen de la Palma.
Junto a la entrada esperaba Pepe Escobedo, conocido por
todos como El Niño Amaya, que interpretó una magnífica
saeta. Y cuando el cantó paró las imágenes de Ventura
siguieron con su paso firme calle abajo, seguida de casi un
centenar de nazarenos de blancas túnicas de cola con cíngulo
de palma, rumbo a los Jardines de la Argentina, Puente del
Cristo, Edrissis, Plaza de África, pasando por su carrera
oficial en la calle Sánchez Prados, Goñalóns y Jáudenes y,
desde la Plaza de África, hacia su templo nuevamente, donde
las imágenes llegaron, según las previsiones, sobre la
medianoche de ayer.
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Una tarde plena en gentío, niños, emociones y casualidades
La tarde dejó en la retina de los
ceutíes una bonita estampa, la de docenas de niños ceutíes
apostados en primera fila en las pistas del polideportivo de
Manzanera, para saludar a las imágenes durante la salida de
los palios por las puertas de la Iglesia de San
Bernabé.Precisamente, y aquí reside una certera casualidad,
en el escudo de la Venerable Hermandad de Penitencia y
Cofradía de Nazarenos del Dulce Nombre de Jesús reza el
lema, flanqueado por dos hojas de palma, “que los niños se
acerquen a mí”. Curiosa y peculiar casualidad es, además,
que la hoja de palma que luce la imagen de San Juan
Evangelista en el misterio en el momento de salir por las
puertas de la iglesia de Manzanera es la misma que portaba
ayer por la mañana el obispo de la Diócesis de Cádiz y
Ceuta, Antonio Ceballos Atienza, durante la celebración de
la bendición de las palmas y olivos, a pocas horas de
regresarla al palio.
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