La postura que mantengo
personalmente respecto a la política del país es de total
desaprobación sobre esta descafeinada democracia, democracia
light si queréis, que nos endosaron, durante la Transición,
quienes figuran o figuraron como padres de la Constitución.
Nuestra ley electoral utiliza el sistema d’Hontd que es el
menos proporcional de todos los sistemas conocidos y por
conocer ya que tiende a beneficiar a los partidos
mayoritarios y las coaliciones de pequeños partidos y más
aún cuando incluye un umbral del porcentaje de votos por
debajo del cual queda excluido un partido.
Eso se entiende porque con el sistema d’Hontd se da el caso
de que el partido A saca bastantes más votos que el B y sin
embargo ambos obtienen casi el mismo número de
representantes. El partido B tiene menos del doble de votos
que el partido C, sin embargo obtiene triple representación…
¿alguien entiende esto? Yo, sinceramente, no.
Lo que sí afirmo es que el sistema electoral de nuestro país
está diseñado deliberadamente para favorecer la creación de
mayorías que puedan soportar gobiernos estables. Esto se
debe a la combinación de circunscripciones pequeñas con un
sistema de reparto de escaños poco proporcional, que permite
obtener la mayoría absoluta con poco más de un 35% de votos
en la circunscripción y una diferencia de unos puntos
porcentuales con el segundo.
Este sistema pudo aparecer, en su momento, como la opción
más segura para proteger la estabilidad política durante la
Transición, pero ahora os pregunto a todos Vds., queridos e
hipotéticos lectores, si es democrático que la tercera
fuerza más votada sea la sexta en número de representantes.
Al considerar los artículos 68 y 69 de la Constitución, en
los que se establece que la circunscripción electoral para
elegir a los representantes en el Congreso y en el Senado es
la provincia, se llega a la definitva conclusión de que al
asignar a los parlamentarios, sobre la base de mayorías
provinciales, se reduce considerablemente el nivel de
representación de las minorías que no se encuentran
concentradas geográficamente.
El problema radica en que las provincias son
circunscripciones demasiado pequeñas como para garantizar
una adecuada proporcionalidad entre los votos recibidos y
los representantes asignados a cada opción. Es inevitable
que cuanto menos representantes corresponda elegir en una
circunscripción, menos proporcional sea el reparto de los
mismos. El caso extremo es la circunscripción que elige a un
único representante (Ceuta y Melilla), en donde la lista más
votada se lleva el 100% de los representantes,
independientemente del número de votos.
En cuanto a la barrera impuesta por la ley orgánica 5/1985,
del Régimen Electoral General, no es más que una traba
totalmente antidemocrática por cuanto cuantifica nítidamente
el porcentaje de votos por el que quedan excluidos: un 3%.
Resulta totalmente antidemocrática la barrera del 3% ideada
para excluir a los partidos minoritarios de ámbito nacional
por cuanto existen muchos órganos de gobierno en los que el
3% representan un escaño; en el Congreso, el 3% representa
10,5 escaños y un escaño representa el 0,29% de los votos.
Por ello no se debería excluir a ninguna opción política por
no reunir determinado número de votos si hubiera un umbral
para participar en el recuento de escaños porque debería
situarse en el número de votos necesarios para conseguir un
representante.
A causa de ese sistema, el partido más beneficiado resulta
ser el PP con un 4.58% de sobrerepresentación gracias a la
no proporcionalidad del sistema español (15,4%).
No estoy de acuerdo, ni lo estaré, con quienes aseguren que
el sistema d’Hontd refuerza la gobernabilidad del país
porque, en mi opinión, las formaciones políticas
minoritarias irán dispuestas a comerle el terreno a quién se
duerma en los laureles y ello conlleva la necesidad de un
reciclaje en la alternancia en el poder y hacer un debate
político más plural y para mantener, como dijo Rodríguez
Zapatero a Gabilondo con los micrófonos abiertos, la tensión
en la clase política.
Conviene, si queremos eso que tanto propugna la élite
política: una auténtica democracia, modificar la Ley
Electoral y antes que ella nuestra Carta Magna, con la
opción más legítima de una democracia plena: que los
representantes de la soberanía nacional sean elegidos por
circunscripciones de su ámbito de competencia de modo que
cada opción política tenga su representación justa en
conjunto sin importar donde se vote.
Pero como se por donde andan los tiros… ¿no te jode?
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