Presidente, ve con cuidado porque
te esperan cuatro años de gobierno muy difíciles. Juan
Vivas, si me lee, recordará que fueron las palabras que
le dije tras saludarnos a la salida de una misa concelebrada
para festejar los muchos años de sacerdocio cumplidos por mi
estimado Alejandro Sevilla. También su respuesta debe
sonarle: “Manolo, permíteme decirte que todo está
controlado”.
Pues bien: con todos mis respetos para Vivas, debo decirle,
ocho meses después, que no todo estaba bajo su control. Y
que sigo pensando que le esperan momentos muy complicados al
frente del Gobierno de la Ciudad. Porque los socialistas
tratarán de ponérselo muy difícil. Con la ayuda, sin duda,
de Mohamed Alí y la siempre persecución de un
Aróstegui que ultrajando al presidente se pone cachondo.
Cada cual se pone como puede y gusta.
Pensar lo reseñado era lógico. De modo que no había que ser
adivino para augurar que si Zapatero, como se
preveía, ganaba las elecciones, los socialistas de Ceuta
recibirían varias transfusiones de estímulos que obrarían el
milagro de hacerles creer en sus posibilidades. Y la fe, ya
se sabe. Sin olvidar, claro es, lo que tanto he venido
repitiendo: que el delegado del Gobierno saldría reforzado
para seguir respondiendo con creces a los denuestos
violentos, con que lo suelen obsequiar los parlamentarios
ceutíes.
A pesar de lo referido, que no es moco de pavo, tampoco
conviene olvidar el papel que vienen jugando contra Vivas
los enemigos que habitan en su entorno. Los suyos y los de
Gordillo suman un número estimable y conviene que
ambos dirigentes no echen el problema en saco roto. Son
enemigos emboscados, heridos unos por creerse desplazados,
injustamente, de los lugares privilegiados que otrora
ocuparon, y hartos otros de soportar el fulanismo que, según
ellos, impera sobre Vivas (Fulanismo, para quienes no sepan
su significado, es la tendencia a dar indebidamente más
importancia a una persona concreta que a una ideología).
Era natural que la envidia soterrada que le tienen, desde
hace años, al presidente de la Ciudad, ciertos cargos y ex
cargos y afiliados influyentes, saliera a la superficie en
cualquier momento. Estaba cantado que, ante la menor
oportunidad, los habría dispuestos a rebatir que las
mayorías absolutas, logradas por Vivas, son más bien por
encabezar las listas de unas siglas tan prestigiosas como
las del PP, y no por la fuerte atracción que el candidato
ejerce sobre los ciudadanos. De ahí que, días atrás, hayamos
leído una queja acerca de que la Ciudad no ha participado
como debiera en la campaña de sus parlamentarios. Menos mal
que Nicolás Fernández Cucurull, siempre atento a los
quites, supo pegar el capotazo de que los trapos sucios se
deben lavar en casa.
Uno, que lleva ya muchos años observando detenidamente las
actuaciones de quienes andan siempre metidos en política y
disfrutan o han disfrutado de puestos destacados, conoce a
los que tratan de juntarle a Vivas chinitas con los pies. Es
decir, que le preparan disimuladamente una traición. Por
supuesto que omitiré sus nombres, faltaría más. Pero lo que
sí haré es recordarles a todos ellos que por el bien de la
ciudad, más que por el bien del partido, tendrían que
dejarse de envidias y rencores, y procurar por todos los
medios arropar al presidente de la Ciudad. Puesto que ahora
está necesitado de ayuda más que nunca.
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